Monday, December 25, 2006

05- EL ANTI-LEON


Conozca la más terrible máquina de guerra jamás construida y lo que le ocurrió a Ricardo "El Aburrido" cuando quiso utilizarla para resguardar la precaria seguridad de su asediado reino...
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Ricardo el Aburrido se hallaba preocupado. Esto en sí no dice mucho si no se sabe primero quien era Ricardo. Hijo de reyes, nieto de reyes de auténtica sangre añil. Descendiente directo del recordado Nicanor "El Intestino", (bautizado así por el vulgo debido a su obsesiva manía de intervenir en los más mínimos asuntos internos del reino), portaba sobre sus hombros tanto peso de nobleza pasada que apenas podía desplazarse. Carente de vigor, del fuego sagrado de liderazgo que todo pueblo exige a sus gobernantes, era poco más que un mueble (de estilo) en aquella corte gobernada en realidad por Guillermo "EL Subrepticio", su primo, aspirante número dos al trono y haciendo todo lo posible y lo imposible por convertirse en el número uno...

Era entrada la tarde y Ricardo estaba echado (su posición favorita) al borde de una loma desde donde se vislumbraba toda la distante comarca. En la lejanía se escuchaban los gritos de los pastores arreando a sus ovejas para ponerlas en resguardo a la caída de la noche. Extensos viñedos y olivares prestaban un toque de belleza a la austeridad del paisaje. La fresca brisa jugueteaba con su escasa cabellera osando perturbar sus largas guedejas, pero el permanecía abstraído. En su abotargada mente, sensores aún milagrosamente activos le informaban que no todo andaba bien en el reino. Decididamente...

A pesar de su impopularidad con el pueblo -quién en el fondo quería, a su manera, a Ricardo (más de lo mismo)- el Subrepticio, dotado de gran habilidad política había ido ganando paso a paso el apoyo de otros sectores de la comunidad y parecía al borde de intentar el gran paso. Y eso significaba que la cabeza de Ricardo se independizaba cada vez más de su cuerpo.

Ahora bien, no era que el Aburrido tenía un apego especial por su gris existencia, pero hería su real orgullo (el poco que le quedaba), en la médula, la actitud despectiva y cási despótica de su primo para con él.

Había que hacer algo; y rápido...¡ Si no quería pasar a la historia prematuramente !.

Absorto estaba el Aburrido en sus sombrías y agoreras contemplaciones (como el lector se habrá apercibido ya). Tan absorto que no reparó en la aparición del artefacto que, como una burbuja transparente y ambarina descendió oscilante de los cielos y se posó, grácil sobre la suave grama de la loma. A los pocos segundos, una puerta lateral se deslizó hacia arriba silenciosamente y un hombrecillo vivaz y portador de una caja de sencillo contorno geométrico hizo su aparición.

"¡Buenas tardes!" dijo con voz tonante (pero no del todo desagradable). "Indudablemente. el mejor lugar de este bello paraje para sostener un edificante diálogo".

Ricardo lo percibió ahora. Erguido en la plenitud de su metro cincuenta de estatura, el hombrecillo era la imagen de la seguridad y la auto-confianza. Le sonrió alegremente con unos dientes translúcidos pero sólidos que despertaron un dejo de curiosidad en la fatigada mente de el Aburrido. En verdad, el esfuerzo de meditar lo había dejado exhausto.

"¿Quién sois?" le espetó arrebujándose en los harapos de su dignidad real.

Sin responderle directamente el hombrecillo materializó un vibrante rectángulo de luz y se lo entregó.

"Primicias Xanadú. soluciones al alcance de tu mano", habló la tarjeta. Y acto seguido se enzarzó en las excelencias de una suerte de pegajoso villancico que fue diluyéndose como fondo para la conversación.

"Por vuestro rostro veo que habéis problemas", adelanto el hombrecillo sonriendo con un aire no exento de oculta picardía.

"No tal, no tal" replicó instintivamente el Aburrido, arrepintiéndose de inmediato de hallarse a la defensiva.

"Sin embargo",continuó impertérrito el extraño personaje, "estamos aquí para serviros. ¿Queréis ayuda en algún ramo?".

Ricardo reflexionó. Asumiendo la buena fé del visitante, era aún demasiado pronto para sugerir la desaparición permanente de su muy estimado primo, el Subrepticio. Pero ¡ Que diantres ! Bien valdría intentar una prueba menor.

Había en el reino una plaga crónica, perennemente hambrienta, ruidosa e irreverente que periódicamente mermaba las arcas del estado y sumía al pueblo, a todos los niveles en la mas negra desesperación: la Langosta. Y eso era algo que ni el mismo Guillermo había podido resolver. Es más, su aún precaria mayoría se tambaleaba cada vez que se traía a colación dicho tema.

Era una buena prueba.

"¿ Tenéis alguna cura contra la langosta ?", preguntó de soslayo mientras maniobraba su posición de forma de hacer que los rayos del sol en decline hirieran los ojos del recién llegado.

"Por supuesto Usía. La más efectiva. Y abrió la caja oprimiéndola tres veces en distintos sitios.

Su interior era oscuro, con una engañosa ilusión de profundidad.El mercader (pues esto era ni más ni menos) metió la mano y el brazo hasta el codo y tras algúna manipulación extrajo una reluciente y curiosa figura. Lo más cercano a ella era compararla a una anti-langosta. Sus mandibulas mecánicas emitían leves crujidos, como si ejercitara su accionar antes de entrar en batalla.

" ¡ Diantre ! pensó el Aburrido.

"¡ Mirad !" dijo el mercader indicando al cielo con su enjoyado meñique.

Ricardo miró. En lontananza se veía una incierta nube grisacea que iba y venía con la brisa. Era la primera avanzada de las legiones que pronto habrían de invadirlos. ¡ Langostas !

El extraño hombrecillo tomó la anti-langosta en sus manos, desplegó sus alas con un murmullo metálico y delicadamente, casi contra su voluntad, la liberó en el aire.

La anti-langosta revoloteó de inmediato, extendiendo sus sensores y tras realizar un giro enfilo hacia la distante nube. Al mismo tiempo que esto acontecía, el hombrecillo oprimió algo en el interior de la caja.

La alada anti-langosta pareció duplicarse en pleno vuelo. Y volverse a dividir una y otra vez. Ella y sus copias. Todas se dirigieron hacia la nube que se acercaba.

Lo que siguió fue impresionante. Con los vestigios de su imaginación, El Aburrido creía percibir el crujido de las poderosas mandibulas mecánicas al cerrarse una y otra vez sobre los cuerpos de las desprevenidas langostas. Pero igual hubiera sido si estas se hubieran hallado sobre aviso. La fría ferocidad de las anti-langostas se imponía abiertamente sobre el instintivo apetito de sus víctimas.

Pronto no quedó nada en el cielo. Nada vivo.

Las anti-langostas regresaron una a una, se precipitaron dentro de la caja y desaparecieron.

El mercader cerró la caja. Sin chasquidos, sin crujidos. Como si nada hubiera pasado.

El Aburrido estaba impactado. Las impresiones de lo presenciado despertaban potencialidades de uso en su aletargada mente.

"¿ Cuanto queréis por esa caja ?" preguntó displicente.

"Vuestra es, Majestad, pues no cobramos sobre lo ya existente", dijo obsequioso el mercader.

"¿ Y cuanto costaría elaborar una anti-langosta de mayor tamaño, que se alimentara -digamos- de leones ?"

Los ojos del mercader relucieron como ascuas en la hoguera. En ese caso, Majestad, me conformaría con toda esa comarca que veis allá abajo, hasta donde alcanza la vista, y el derecho para ejercer libremente mi oficio en el resto de vuestro reino.

"¿ Cuándo volveréis ?" contrarrestó Ricardo.

"En cualquier momento, Majestad. Siempre estoy cerca".

"Entonces hablaremos" dijo El Aburrido (ahora no tanto).

"Hecho," dijo el personaje y efectuando una grande y exagerada reverencia, subió a su nave y desapareció.

Pasó el tiempo. Llegó la langosta. Por nubes, por oleadas, oscureciendo el cielo. Al abrigo de su indolencia Ricardo experimentaba. Mientras el reino se debatía en la angustia y el hambre aprendió a manejar con destreza la mágica caja y su invaluable contenido.

A su debido momento cotraatacó. Justo cuando la popularidad de El Subrepticio se encontraba en el suelo. Destruyó la langosta. Salió el sol. Nadie acertaba a creerlo. Se convirtió en el ídolo de su reino. Vitoreado, adulado, casó pronto con la rubia hija del más adinerado señor de la región. Los ojos azules de ésta reflejaban muda admiración....

Avergonzado, Guillermo huyó del reino. En breve reinó la paz y la armonía y todo fue tranquilidad en el dulce reino del amor y del bosque umbrío y del arroyo cantarín. Ricardo fue Rey.

Un día regresó el mercader. Traía un enorme objeto cubierto, que a duras penas podía llevar dentro de su nave.Era el encargo menciónado. Se excusó por no poder haber vuelto antes pero, según dijo, una travesía accidentada le condujo a regiones ignotas de donde, a duras penas pudo volver con vida.

Ricardo lo trató con indiferencia. En realidad tenía todo lo que ambicionaba. Y ningún peligro a la vista. Y Ricardo era avaricioso. Un rasgo de familia...

El hombrecillo detectó de inmediato el cambio. Como hábil vendedor, simuló no haber visto nada. Arguyendo lo pesado de la carga, solicitó dejarla en tierra hasta que se alcanzara un trato.

Ricardo accedió. No era parte de su naturaleza discutir, y menos con siervos.
Además, tenía cosas más interesantes en que pensar.

Pasó más tiempo. Los hijos de Ricardo y la rubia beldad crecían felices en su hermoso castillo al costado del bosque y el cantarín arroyo.

Un día sonó el clarín de guerra en el valle. La llanura se llenó de flores carmesí y fulgores de acero. Era el Subrepticio que regresaba.

La primera batalla terminó en una vergonzosa derrota para las tropas reales. El Aburrido se vió obligado a replegarse y a hacerse fuerte a escasa distancia de su palacio. Triunfantes llegaban las canciones guerreras y las carcajadas de los triunfadores. La derrota final parecía inminente...

Entonces el Aburrido se acordó de su encargo. Allí reposaba adosado a un muro donde lo habían dejado.

Rápidamente lo descubrió. Al caer el paño que lo cubría no pudo menos que exhalar una exclamación de júbilo. ¡ Era magnífico !

El Anti-León. Se erguía frente el, hasta una altura de doce palmos la más impresionante máquina de guerra que jamás osó soñar. Su bruñida superficie lanzaba al sol que restallaba sobre ella destellos de fuego.

Pero, ¿ como manipularla ?

Rápidamente recurrió a la caja. A estas alturas sus mecanismos habituales le eran familiares aún cuando muchos otros eran de uso desconocido.

Despues de profundo razonamiento se decidió a oprimir el más remoto. Y el anti-león despertó... Abrió las enormes y cobrizas fauces y emitió un rugido metálico ensordecedor que retumbó en las lejanas montañas.

! Justo a tiempo ! Guillermo (ahora rebautizado "El Sanguinario") enarbolando su espada y aullando de odio se precipitaba en el valle. Tras el también aullando seguían sus feroces huestes, ansiosas del botín que parecía al alcance de sus manos.

Ricardo oprimió el siguiente botón. Con otro rugido estentóreo el anti-león se irguió sobre sus patas traseras y partió raudo como una flecha a través de la llanura. Tras el se auto-generaban, sin dejar de correr, otros y otros anti-leones hasta que la llanura relucía con el brillo de sus lomos.

Lo que siguó fue espantoso. Una atroz carnicería. Caballos y guerreros por igual fueron a parar al interior de aquellas insaciables máquinas de guerra. Métodicamente triturados y deglutidos. Para no regresar....

Llegó el momento de tocar a triunfal retirada. Unos cuantos sobrevivientes despavoridos huían por la llanura.Los anti-leones no eran ya necesarios. Nunca más lo serían.

Buscó en la caja el último botón. No lo halló.

¡ Ah pícaro mercader !. Desconfiado como todos lo de tu raza. Te llevaste la clave, hasta cobrar lo prometido.

Los anti-leones regresaron.Como una fuerza irresistible, Como una furia inenarrable.

No hallaron guarida.

Ni paz ni descanso.

Con fría y metódica furia demolieron el reino. Literalmente, piedra sobre piedra. No quedó Aburrido (fue el primero que despacharon). Ni bella esposa rubia. Ni alegres y juguetones hijos. Ni gallardo castillo con erguidas almenas y flamantes pendones . Ni atenta servidumbre. Ni obsequiosos cortesanos. Ni señores feudales, comerciantes ni pueblo. Ni piafantes caballos.

Solo quedarón el bosque umbrío y el cantarín arroyo para narrar la historia.

Y eso fue suficiente.

04- LA TRAVESIA

Imaginense flotar a mil metros de altura, solazándose con el vasto panorama que se extiende a sus pies, en la barquilla turística de un poderoso zepelín, mientras el tiempo transcurre alejado de todo los problemas que ocurren alla abajo. O, ¿es esto rigurosamente cierto?...
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A seiscientos pies de altura las cosas aparecían, en verdad, diferentes. Se sentía uno casi como un oculto espectador que veia transcurrir, en forma despersonalizada, los acontecimientos que se iban desplegando secuencialmente ante sus ojos. Era, ciertamente, un recuerdo para toda la vida.

El huso de plata del zepelín hería la pureza de un cielo sin nubes, surcando silencioso sobre el igualmente silencioso desierto del Sahara español. Hacía algunas horas, su paso había sido sorprendido por una banda de beduinos, quienes le persiguieron por largo como infructuoso rato, maldiciéndolo y blandiendo sus armas e, incluso, disparando contra él.

Pronto la nave egresaría de la candente costa africana y se adentraría en los misterios del azulado océano, que parecía invitarlos a amarizar en la engañosa tranquilidad de sus aguas. Su ruta enfilaba ya hacia la sin par, la embrujadora Rio de Janeiro, novia hermosa del continente americano y lugar de descanso de las intrépidos leviatanes que cada vez con mayor frecuencia surcaban sus aires.

El hombre joven dormitaba. Era la tercera vez que cumplía la travesía y comenzaba a temer la identificación de un patrón de rutina. De esa rutina que constituía su horror y que le inducía a no escatimar gastos con tal de ahuyentarla. En la amplitud de la cabina colectiva, cómodamente arrellanado en su muelle butaca, había empleado las horas de la mañana explorando con su catalejo el cambiante panorama que se extendía bajo sus ojos. Eso, alternado con la lectura apasionante de la novela que había iniciado (con altas probabilidades de terminarla durante la travesía) y acompañado con sorbos de un delicioso vaso de Pernaud lo transportaban al umbral de la obnubilación absoluta...Algo mas alla, otros pasajeros se asomaban a los amplios ventanales abiertos contemplando el exterior o jugaban una apasionante partida de naipes o conversaban envueltos en el humo de sus pipasy cigarrillos o escribían largas (y emociónadas) cartas a casa.

Cayó la noche. Los primeros acordes del gran piano y los alegres y entusiastas aplausos lo despertaron por completo. Esta prometia ser una aburrida velada mas en el albergue flotante que los transportaba grácilmente a través de la inmensidad del espacio.

Subió a su camarote a cambiarse de ropa. Abrió la puerta deslizante. En la intimidad del compacto espacio extrajo su mejor atuendo. Con destreza procedió a vestirse. Miró a su alrededor abarcando los suaves colores azul-grisáceos de las acolchadas paredes del cuarto. Algo que lamentaba en el viaje era, como en ocasiones anteriores, la ausencia de ventanas que comunicaran visualmente al dormitorio con el espacio exterior. Nada como el viejo Graf y la conciencia inigualable, al despertarse, de sentirse levitar en la infinitud del vacío. Se perdían y se ganaban cosas con el progreso. No todo era ir hacia delante. La estrategia de sumergir gran parte del espacio habitable en las entrañas de zepelín había contribuído a la mejor marcha del mismo. Pero siempre había precios que pagar...

Caminó la cubierta, sin llegar a asimilar totalmente la increible sensación de mirar hacia abajo a través de los amplios ventanales de plexiglas insertados en el piso del corredor. A pesar de la noche, una luna llena inundaba con su luz el espacio acariciando con sus largos dedos dorados las crestas de las suaves olas que delataban, allá abajo, la presencia del mar.

Entró al comedor. Apreció una vez mas el excelente mural de Arpke. Algunas parejas danzaban ya románticamente en la encerada pista de baile. Se escuchaba el claro tintineo del cristal al transportar su preciosa carga de espíritus, granates o ambarinos.

Tomó asiento. A pesar de su juventud era tratado intuitivamente con el respeto y circunspección que invocaban sus pulidos modales y su obviamente sólida posición económica. Examinó con una suerte de displicente curiosidad el menú que le fue presentado. El chef de este vuelo rondaba el olimpo de los gastrónomos. Proveniente del renombrado Hotel Kurgarten, el mejor de Constancia, la patria chica de los gigantescos leviatanes del aire, el chef impartía a la deleitada audiencia el embrujo de su arte y de su experiencia sin par. Esto se apuntalaba con una cava de vinos de excelencia tal que hacía las delicias de cualquier sommelier, por exigente que este fuera.

La cena estuvo a la altura de las espectativas, pero ello no contribuyó a aliviar su espíritu abúlico. Sus compañeros de mesa, a quienes no había sido presentado aún, no habían hecho acto de presencia. Dos de ellos, un matrimonio de cierta edad habían decidido retirarse temprano, algo indispuestos por la novedad que para ellos significaba el viaje. Al cuarto pasajero ni siquiera recordaba haberlo visto. En consecuencia, cenó solo, cosa que no le desagradaba en lo absoluto. Ya en la culminación del del postre se sumió en tan profundas reflexiones que casi le hicieron olvidar la espectacular y rubia walkiria que le contemplaba con evidente interés reflejado en sus grandes y azules ojos.

Este viaje a Rio sería el último que haría por esta ruta. La situación era cada vez más tensa y peligrosa, aún cuando -por otra parte- no le aportaba nada nuevo. Los vientos de guerra, emocionantes inicialmente, habían dejado, para él, de ser noticia. Incluso la estimulante sensación de anónima incursión en predios prohibidos y altamente sensibles, análoga a la de caminar en un campo de minas -esperando en cualquier momento un fatal paso en falso- había dejado ya de impresionarlo.. Felizmente para sus embotados sentidos, en pocos dias estaría navegando el Amazonas rumbo a una nueva y peligrosa aventura que aliviaría su constante amenaza de aburrimiento. Su mente divagaba ya sobre los preparativos del nuevo viaje.

Por consiguiente, al hallarse en tal estado de abstracción, lo tomó por sorpresa el arribo del silencioso compañero de mesa que casi repentinamente se materializó frente a él. Lo contempló con discreción no exenta de cierta curiosidad. El recién llegado era alto, de edad indefinida, con un cierto aire de misterio en sus ademanes. Impecablemente vestido de noche, su elegante capa ya había sido colocada con estudiado descuido sobre la silla vacía a su lado. Se inclinó levemente, un rasgo de lejanía indescriptible en su profunda y oscura mirada. ¿Puedo sentarme? preguntó con absurda etiqueta -puesto que al cancelar su pasaje esto lo hacía tan dueño de su región de la mesa como al joven de la suya propia.

-Ciertamente- fue la inmediata respuesta. Es usted bienvenido.

Hubo una breve pausa. El desconocido ordenó brevemente su selección al obsequioso jefe de mesoneros. Luego miró a su alredor. La nota discordante de toda aquella alegre comparsa la marcaba un robusto y sanguineo militar,con cuello de toro, algo pasado de copas, con la ubicua y temible esvástica resaltando como un estigma sobre la manga derecha de su uniforme. Hablaba en tono alto, de forma jactanciosa y casi agresiva. Compartía una gran mesa donde se hallaba también sentada la rubia ondina. De momento, contestaba vehementemente a un anciano interlocutor.

- Mi querido doctor Schlassen, bien sabe usted que, por el bien de la patria, debemos permanecer alertas a cualquier signo de anormalidad. Ese es nuestro deber. Por él sacrifico con gusto mi reposo. Porque es necesario ofrendarlo, dado que la amenaza de espias está en todas partes. Y añadió mirando de reojo: ¡Hasta en esta nave en apariencia tan segura! Un coro de protestas y nerviosas risas predominantemente femeninas saludó esta última afirmación.

- Creo que hay temáticas mas apropiadas que discutir,ciertamente, comentó a media voz el recién llegado. El joven asintió, admirando su sinceridad.

- Permitame presentarme dijo el desconocido, con exquisita cortesía, soy el conde Josef Von Bal.

- Herr Karl Taffil, para servirlo, reimpostó el joven, reservando para otra ocasión más apropiada sus títulos (si es que los tenía).

El hielo estaba roto. Pronto encontraron temas y afinidades en común. La cultura de Bal resultó ser enciclopédica. Tanto en los temas humanísticos como científicos denotaba un conocimiento extraordinario. Pero era en la historia donde realmente alcanzaba la excelencia. En un nivel de acuciosidad cuya fuente de referencia costaba trabajo atribuir a los libros.

A medida que discurría la claridad comenzaba a hacerse en la mente de su interlocutor. La vieja e incomoda sensación de sentirse un cazador rondado, que había comenzado hace ya varios años en un estrecho callejón de la Casbah y lo había seguido intermitentemente por acantlados y fjordos retornaba ahora con sin igual intensidad.

Cautelosos, discurrieron durante cierto rato, como dos elegantes y hábiles adversarios, estudiando cada quién la oportunidad para la estocada oportuna .

Fue Taffil quien decidió terminar la espera. Comodamente se arrellanó en lo profundo de su asiento y de una manera clara y directa espetó a Bal:

-¿ Por qué me persigue usted desde hace años ? ¿ Quién es usted ? ¿ Qué es lo que busca ?

Se hizo el silencio. Ni los crujidos periódicos producidos por el balanceo de la estructura de la nave distrajeron la atención del diálogo que siguió a continuación.

Y habló el enigmático personaje:

Mi nombre es José Bálsamo. En mis tiempos fui conocido con el abominable título de conde de Cagliostro, lo cual me confirió una imagen en extremo dañina, ligada a la brujeria y la superchería. Como tal habité el siglo dieciocho donde, fruto de las convenciones y rigideces de la época y también - por que no decirlo- de mis propios excesos y depravaciones languidecí durante años en una vil mazmorra de la cual logre finalmente evadirme dando al mundo de la época la impresion de haber perecido y escapando así de su inclemencia. Pero mi origen verdadero es ancestral, mucho mas antiguo. Brota de la alquimia y de la antiquísima ciencia de la magia, de la pasión del hombre por conocer lo prohibido. Ese mismo origen ha trazado mi sino. Por haber osado jugar con la trama del destino, he sido castigado con el azote de la inmortalidad. Los siglos se suceden y no hay fin en puerta.

A medida que los años de cruel ostracismo se sucedían, sin esperanza de una terminación, para no enloquecer como el desdichado Werther, me tracé un propósito nacido de la desesperación: hallar al que se encontraba delante de mi, con una carga aún más pesada, para aprender de él a soportar la mía.

Así, repasé en ignotas bibliotecas polvorientos infolios de hechos y leyendas persiguiendo identificar el paradero de la unica persona que podría ayudarme en este mundo. La tarea fue por demás árdua. Hubo momentos en que pensé renunciar a mi búsqueda dada la infructuosidad de mis esfuerzos. Poco a poco, sin embargo, fui percibiendo un patrón, un hilo que, como el de Ariadna, me permiió emerger triunfante de ese espantoso galimatías. Ese patrón era el reto a la muerte, a su riesgo; mi desafío a ésta como forma de vencer su indiferencia.

Y luego, con inquebrantable paciencia, fragmento tras fragmento fui reconstruyendo una apasionante y tortuosa ruta que me llevó desde las sombrías cámaras de la Inquisición al espectáculo colectivo, sangriento y bárbaro, de la guillotina; la lucha cuerpo a cuerpo con el ciego terror a la metralla cruel en las trincheras; los horrores de la sanguinaria tortura practicada por comanches...Y tantas otras situaciones... Por último, en notable esfuerzo de síntesis, pasé de detectar a predecir y me plantee el Último Horror como reto. Me tomó varios años precisar vuestra pista a través de idas y venidas por diversos continentes, pero al fin os ubiqué, concluyendo aquí mi largo y enrevesado periplo.

Por eso he llegado a vos, Cartáfilo, señor del infinito tiempo, acicate de los desesperanzados y dueño de derroteros sin límite ni rumbo.¡ Mi maestro ! De quien espero alcanzar la luz de la sabiduría y el consejo oportuno para iluminar la senda que recorro desde hace siglos portando esta interminable cruz.

Y ahora habló el joven pasajero:

Soy, en efecto, Cartáfilo, también conocido como Ahasvero, Isaac Lequedem, o Butadeo. Por un irreverente pecado de juventud, que ahora reconozco despreciable y vil, fui condenado a errar por siempre jamás. He sido perseguido y humillado a través del mundo, arrastrando una condena cruel que aún escarmiento. Estoy exhausto de cargar con la expiación de cincuenta generaciones sobre mis hombros. Pero la muerte, con la que sueño, no me quiere en su reino. He buscado todos los medios de disfrutar su beso helado y ella se burla por siempre de mi desesperación.

...Y mi peor castigo, como bien habeis apuntado es la rutina, el espantoso aburrimiento. Nunca imaginé en mi corto lapso de vida normal el castigo que podía significar la terrible certidumbre de la inmortalidad, el yugo del tedio ¡Cómo lo odio, cómo lo temo! Nada ni nadie logra romper su cerco implacable por más de algunos días. Que en mi escala de inmortalidad son apenas minutos.

Por tanto, mucho me temo, no hallareis en mi respuesta clara a vuestras angustias. Tan sólo aspiro ya a retar incesante a la Muerte; perseguirla, hostilizarla hasta el punto en el cual ella misma se digne, finalmente, a terminar nuestra aciaga existencia, cubriéndonos ¡ Oh dicha ! con el negro sudario de su misericordia. Es nuestra única esperanza.

Y las lágrimas represadas durante siglos asomaron a los ojos de los dos inmortales al haber hallado finalmente, cada cual, un interlocutor digno de escuchar sus dolientes cuitas.

Lo que sucedió después se desarrolló tan rápidamente que apenas puede registrarse. Baste decir que el recio militar, irritado por las insistentes miradas de la blonda y apasionada walkiria a su vecino de mesa y estimulado por los vapores del alcohol estalló en cólera volcánica y se precipitó sobre Cartáfilo con el odio en sus ojos, volteando la mesa de un torpe manotón y enviando en todas direcciones platos y cubiertos.

- ¡ Ya lo sabía !, rugió, congestionado por la ira. Desde que subí a la nave sentí que llevabamos lastre de espías, ¡ pero ahora me doy cuenta que estaba ante mis ojos !. Y sin más realizó un torpe intento de atenazar el cuello de su odiado adversario.

Pero Cagliostro fue más rápido. Con fría determinación se interpuso entre los dos y de su mano abierta brotó un chorro de fuego que subió imponente hasta el cielorraso del comedor. El agresor, horrorizado retrocedió tambaleante y perdiendo el equilibrio fue a dar al suelo cuan largo era. Los comensales, ignorantes de la ilusión óptica creada magistralmente por Cagliostro estallaron en carcajadas.

Rojo de ira el militar se levantó como pudo y extrayendo de su cinto su pistola de reglamento vació su contenido en el pecho del mago. Nada aconteció. Atónito contempló a los dos desconocidos que se le acercaban implacablemente.

Cartáfilo habló esta vez, con infinito desprecio:

¡ Infeliz ! Es que no lo sabes aún...¡ No sabes que no podemos morir !

Y arrastrando tras ellos al aullante oficial a través del amplio ventanal abierto a sus espaldas, se precipitaron en la inmensidad de la noche...

Cuando el zepelín hizo finalmente su entrada triunfal a la vitoreante rada de Rio de Janeiro, la bitácora de abordo registraba la ausencia de tres pasajeros perdidos en el mar, por imprudencia, durante la travesía.

Fue la primera y única falla evidenciada por el programa.

Nunca se les halló.

03- ¡HEMOTRONICO...!

¡Cuidado!: La amenaza global está entre nosotros y llegará por el camino menos pensado....Y el hijo del conserje, inadvertidamente, será el disparador de una cadena de eventos que culminará en el surgimiento de la nueva plaga...
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La pesadilla emergió sigilosamente. Casi por azar. Cuando el mundo científico se hallaba abrumado por los muchos y muy tangibles males que lo traían de cabeza, en los estertores del siglo XX. En un banco de sangre modelo. En fecha y momento aún por precisar plenamente...

Aquel banco de sangre era el orgullo de la comunidad a la cual servía. Rigurosos controles y procedimientos apoyados por un personal médico y paramédico experto amable y eficiente, dotado de las mas recientes innovaciones tecnológicas lo hacían destacar abiertamente sobre otros menos afortunados competidores.

Distinciones y reconocimientos formaban parte de la cotidianeidad de la vida de la institución, donde el optimismo se doraba al calor del éxito. Hasta que un día, un cúmulo de circunstancias cambió drasticamente el rumbo de los acontecimientos ...

I

Todo comenzó con un problema de telecomunicaciones. Un entusiasta congresista había impulsado una visionaria inciativa para que los diversos bancos de sangre a nivel nacional, aunaran esfuerzos para actualizar su infraestructura informática, compatibilizando su accionar y favoreciendo el intercambio de información y recursos y las referencias en la red de servicios resultante.

La noticia tuvo relevancia internacional y los trabajos de compatibilización y actualización de la infraestructura requerida se iniciaron con celeridad. Cada comunidad aportó lo mejor de sus recursos humanos para el logro de tan humanitario fin.

Como era de suponer, el banco de nuestra historia estuvo a la altura de la ocasión. No conforme con cumplir los requisitos generales establecidos, el director de la institución -perenne promotor del uso de las computadoras- convenció sin esfuerzo a la junta administradora de incorporar la mas reciente tecnología de telecomunicaciones en el desarrollo de los nuevos servicios.

Consecuentemente, el Banco contrató los servicios de un experto quien debía producir los fines esperados a tiempo para la inauguración del sistema nacional de intercambio y referencia de transfusiones, en fecha cercana.

Ahora bien, este susodicho experto estaba ansioso de ensayar un novedosísimo enfoque (del cuál era autor) basado en el aprovechamiento práctico de lo que se conoce hoy como Vida Artificial, es decir, la generación y estudio de ciertas manifestaciones primarias análogas a "vida" derivadas de la aplicación de sofisticadas técnicas de programación a nivel electrónico cuasi-molecular. La deslumbrante hipótesis era de que una participación activa y orientada de Vida Artificial en los canales de telecomunicaciones contribuiría a acelerar el flujo de mensajes, reduciendo las demoras debidas al alto volumen de tráfico originado durante horas "pico". Análogos a los anticuerpos en el ser humano, las estructuras informáticas de V.A. identificaban y resolvían congestionamientos y molestias que atentaran contra el buen funcionamiento del sistema.

Los primeros resultados alcanzados fueron impactantes. La eficiencia de los resultados obtenidos bajo condiciones de experimentación alcanzó niveles inimaginables. La fama de nuestro banco rebasó las fronteras de lo regional y saltó a la palestra de la vanguardia, en competencia con los mas connotados acontecimientos de la hora...

II

El jefe de conserjes del Banco estaba muy orgulloso de su hijo menor. Era este un muchacho vivaz, intelectualmente hiperdesarrollado para su edad, que derivaba un especial placer de sentarse a experimentar durante horas enteras ante una pantalla de computadora, entre inverosímiles ruidos y explosiones de color, con el objeto de perfecciónar sus habilidades en el universo de los innumerables juegos y retos que el medio electrónico ponía a su disposición.

Nada más lógico y humano- en consecuencia- de que el orgulloso padre permitiera al bienamado hijo el utilizar subrepticiamente los recursos informáticos del banco de sangre donde laboraba, en la seclusión y privacidad del cuarto que alojaba el terminal que destinaba al control de actividades de mantenimiento del área bajo su responsabilidad. Poco se imaginaba el bueno del conserje el papel decisivo que, involuntariamente, habría de desempeñar en el cambio de los acontecimientos que acontecieron posteriormente.

Tampoco sospechaba que su aventajado vástago, al incorporar jubiloso el último juego de moda -donado generosamente por un amigo y compañero de inquietudes- a su panoplia de entretenimientos, había introducido al sistema informático del banco, en calidad de polizón, a un raro virus electrónico "durmiente", de procedencia incierta aunque probablemente asiática, arteramente oculto en las circunvoluciones del CD utilizado como portador.

Habran de saber los lectores no iniciados en las sutilezas de la informática que, en lo que a virus electronicos (microscópicos programas destructores de estructuras lógicas y de datos) se refiere, podemos clasificar los mismos, al igual que en muchas otras situaciones digitales, según dos grandes grupos: En primer lugar, los virus que atendiendo a su proyección e incidencia son detectados mediante programas antivirus, especialmente diseñados para interceptar y bloquear su acceso y perennemente en necesidad de actualización. En segundo lugar se encuentran aquellos virus que por ser muy nuevos o de escasa divulgación no son detectados por el arsenal de recursos disponible a la fecha.

En este último grupo se alojaba nuestro virus. De hecho procedía de un laboratorio "doméstico" donde sus ingeniosos creadores habían volcado sus mejores y más oblicuos esfuerzos en la esperanza de alcanzar el olimpo de los malditos y el dudoso nirvana que la fama de contaminadores de archivos les prometía.

III

El virus destructor acechaba agazapado. Su naturaleza electrónica primaria había sido dotada de ciertos mecanismos de autoprotección destinados a escapar de los delicados sistemas de detección y destrucción que vigilaban los preciados programas del Centro. También tenía órdenes precisas de "hibernar" hasta tanto no estuvieran dadas las condiciones para ejercer a plenitud su acción reproductiva y desarticulante...

De pronto, su paciencia se vio recompensada: ¡Algo se aproximaba! Silenciosamente, el virus se replegó sobre si mismo. Se sentía confundido. Habitualmente el debería buscar a su victima. Empollar sus archivos, sembrando la siempre creciente semilla de destrucción ¡ y destruir..destruir...!.

Pero esta situación era diferente. El merodeador era otro, otros... Enfrentaba sin saberlo la primera avanzada de vida artificial imbuída con una siempre presente responsabilidad de detectar y dar caza a toda falla que intentara disminuir la sagrada eficiencia del sistema.

El virus se encontraba ante un dilema. Actuar era rebelarse, ignorar las precisas instrucciones impuestas. Esperar era negar su naturaleza destructora, esperar pasivamente la aniquilación.

La duda solo duró un picosegundo. Irresistiblemente, su instinto de cazador prevaleció y, sin más, se lanzó resueltamente al ataque...

De lo que sucedio tras ese encuentro fortuito no se tiene noticia cierta. Se especula que en la cruenta batalla que siguió no hubo vencedores ni vencidos. El virus escapó del cerco tendido pero el encuentro con sus perseguidores no lo dejo ileso. Se piensa que los daños recibidos alteraron severamente su estructura lógica y que emergio del lance con un comportamiento modificado en modo y manera que nunca previeron sus persecutores...

De esta forma cierra otra parte de nuestra historia, con un virus fugitivo huyendo de los senderos densamente patrullados, guareciéndose en sitios donde su detección -y eventual destrucción- fuese menos probable, e iniciando, paralelamente, su alterada reproducción genética en forma silenciosa e inexorable.

IV

Las pruebas de laboratorio se cumplieron ese dia con la misma rigurosidad de siempre. Dentro de un esquema totalmente automatizado, de manera rápida y eficiente, las muestras de sangre eran sometidas al meticuloso proceso de análisis que conducía al diagnostico temprano, a la oportuna identificación de anomalías, de sus causas y de las medidas para compensarlas. Había algo de especial fascinación en observar la silenciosa manipulación automática de los pequeños recipientes vidriados y polícromos, acciónados indirectamente por la invisible mano informática del hombre, desplazándolos, girándolos agitándolos...

Por supuesto que las estadísticas hematológicas obtenidas como resultado eran traducidas sistemáticamente a datos y remitidas estos, en forma de precisas cápsulas electrónicas, a la enorme base de información que registraba y almacenaba los diferentes renglones de actividad en el Banco..

Pero esa fecha había de ser diferente.

Ya fuese por las alteraciones sufridas en su muy particular conformación genética o por algún otro capricho de la Madre Naturaleza, lo cierto es que de alguna manera no identificada aún, parte de las huestes de la creciente población prohijada por el virus informático original trasvasó del torrente informático al tranquilo remanso de los depósitos de sangre y se sumergió en sus oscuras profundidades, su instinto aguzado por la presencia de minerales en la hemoglobina que despertaban vagos instintos ancestrales...

Y de los extraños y aborrecibles intentos de acercamiento acaecidos entre microorganismos naturales y artificiales, en el seno de esos densos lagos escarlata emergió desafiante una nueva amenaza para la humanidad tal y como nunca había existido antes...

V

Los primeros sintomas de alarma no fueron canalizados, por desdicha, en forma apropiada. El paciente de la cama 150, del enorme hospital ubicado a muchos centenares de kilómetros de distancia del banco de sangre de nuestra historia experimentó, durante su recuperación de una intervención quirúrgica rutinaria, algunos síntomas de comportamiento por demás extraños al ojo experimentado pero aparentemente transitorios e inocuos. Predominaban en este patrón ciertos lapsus mentales, casi instantaneamente corregidos así como también un cierto "congelado" momentaneo de acciones por parte del paciente que podrían asemejarse a una inexplicable reducción temporal de su capacidad motora.

También, en el departamento de diálisis una de las máquinas entró repentinamente en "convulsiones" y dejó de funcionar ante la consternación de los laboratoristas allí reunidos.

Pero estos anómalos comportamientos no pasaron de ser registrados en las notas de algún interno de particular capacidad perceptiva y, hasta donde se sabe, no volvió a repetirse durante esta fase incipiente de la pandemia. Debe recordarse que a pesar de sus alteraciones, el virus electrónico original estaba programado para entrar en acción en una determinada fecha. Y esta condición, aún cuando parcialmente alterada, no había desaparecido.

V

Un jueves cinco de febrero, el virus mutante despertó. Quedaba totalmente liberado ahora de imposiciones que -hasta el momento- habían restringido severamente su capacidad de acción, permitiéndole, tan sólo, una suerte de supervivencia reproductiva pero inhibiendo su capacidad para originar daño en función de estrategias cuyo propósito inicial había desaparecido muchas generaciones atrás.

Es de hacer notar, sin embargo, que, por esa misma condición de deterioro de su estructura original, el calendario del reloj "biológico" del virus mutante había sufrido desajustes en cuanto a su sincronización, en los diferentes integrantes de la comunidad virásica, lo que hizo que, en vez de asumir características de avalancha en cuanto a la aparición de sus efectos, estos se manifestaran inicialmente de una manera aleatoria , dando origen a un patrón confuso y difícil de ubicar en cuanto a la detección de su relevancia y de sus fuentes.

Con todo, los curiosos acontecimientos que sucedieron a su aparición inicial ascendieron gradualmente en los titulares de los matutinos hasta convertirse en noticias de primera plana, discernibles individualmente, pero cuyas manifestaciones y efectos eran aún consideradas en forma aislada e independiente.

Entre las noticias de mayor reprecusión de esta fase de "despertar" -tanto del virus como de la colectividad afectada- se encuentran:

- La aparición de extrañas y agresivas formas gripales caracterizadas por la difusión, a través de estornudos (ahora rebautizados humorísticamente como estor-nudos y a manera de esporas, de millares de molebytes, portadores de virus mutantes activos. En particular, en las diferentes oficinas, las plantas decorativas de grandes hojas constituían el receptáculo ideal para recibir los molebytes y diseminarlos, una vez secos, en el ambiente interno, esparciéndolos a través de ductos de aire acondiciónado, a las distintas regiones del edificio.Los afectados experimentaban curiosas modalidades de tartamudeo y palúdicos temblores, incontrolables, seguidos, en los casos más severos, por ráfagas de micro-convulsiones cuasi-afásicas.

Aún cuando rara vez mortal, la enfermedad originaba incómodas secuelas de prolongada duración, lo que dio origen a que muchas empresas utilizaran como factor discriminatorio la incidencia previa de la enfermedad en aspirantes en trámites de ingreso.

- La perdida parcial, temporal e instantánea de memoria, con evidencia de confusión mental, desarticulación de ideas, y aparición, durante procesos de redacción de documentos, de "ruido" literario, caracterizado por la escritura de cadenas de símbolos involuntaria y caprichosamente incorporados por el escritor, sin justificativo aparente. Llegó a ser conocida, en su auge, como "deconstructivitis".

- Parálisis repentina, sin preaviso, de personas (conocido en equivalencia informática como el "guinde") durante sus actividades cotidianas, con el consecuente peligro para deportistas, conductores, operarios, policías y otros participantes de alto riesgo. En otras situaciones, como juntas de reuniones, aulas de enseñanza o sanitarios públicos, las personas se hallaban sujetas a muy embarazosas consecuencias. El "guindado" hacía aparecer estático al afectado, sin expresión facial, repitiendo monotonamente, muchas veces porciones de sus últimas palabras hasta ser "rescatado" de su engorrosa situación por manos amigas mediante la aplicación: de a) fuertes palmadas en la espalda b) (alaridos a quemarropa), y duchas de agua helada o hirviendo, según el caso.

En algunos casos más severos, se ameritaba el uso de vivificadores y hasta de electro-shocks. Los estimulantes emotivos o afectivos no causaban el más mínimo efecto. La victima afectada, al recuperar su actividad motora y pensante, ignoraba lo que había pasado y reanudaba su actividad como si tal. ! Otra peligrosa causa de despido y desempleo !

- En los aeropuertos y centros de seguridad y control, las máquinas detectoras enloquecían repentinamente, sin razón aparente. Inocentes pasajeros fueron sometidos a las más exhaustivas pruebas, algunas de ellas lindando en la bárbarie de la agresión policial, sin poder detectarse causa alguna que originara daños al equipo. Medidas drásticas preventivas como extracción de piezas dentales orificadas y destrucción de prótesis procedieron a ahuyentar a, por igual, pasajeros y visitantes, disminuyendo ostensiblemente la asistencia a dichos centros (con desastrosos resultados para su economía).

A la larga, el incremento en importancia y frecuencia de estos y muchos otros incidentes y manifestaciones afines comenzó a resquebrajar los aparatos productivos del Estado y de la empresa privada, por igual, y la alarma cundió.Los profetas del fin del mundo vieron llegado su momento, la ipecacuana renació a una época de inusitado esplendor y la humanidad entró en un anhelante 'crescendo' de expectativas y de angustias.

VI

Los primeros resultados provenientes de los laboratorios de análisis coincidieron en identificar un extraño virus que, por su patrón de comportamiento, caprichoso y lógico a la vez, desafiaba la clasificación científica vigente. Al destruírlo bajo condiciones de laboratorio, se observó como su desactivación vital no fue acompañada en su totalidad por su comportamiento motor y reproductivo y que este último difería de todo lo conocido hasta los momentos.

Por otra parte, bajo el ojo inclemente del microscopio se detectó prontamente que el nuevo organismo podía replicarse FUERA de la célula, comportamiento virásico habitualmente impensable.

De los estos elementos de juicio así recabados se alcanzaron las siguientes y muy preliminares conclusiones:

1) Que se trataba de una variedad desconocida de virus.
2) Que tal virus obedecía a una forma de mutación de
procedencia posiblemente intenciónal la cual presuponía
además un grado de existencia artificial.
3) Que la informática parecía hallarse presente, de alguna
manera en el comportamiento del virus en la sangre.
4) Que la rata de crecimiento y la expansión de sus sínto-
mas y manifestaciones iba en ascenso y que sus efectos para
las estructuras de la sociedad eran altamente nocivos y
desarticulantes.
5) Que no podía resolverse la crísis en función de los
recursos y procedimientos disponibles.

Había pues que tomar acciones prontas y precisas antes de que el incipiente pánico se transformara en una fuerza de
retaliación destructora, agresiva e incontrolable.

VII

Cuando las medidas habituales fallan, en las grandes encrucijadas donde el destino de la humanidad pende de un hilo, las mentes excepciónales tienen, -finalmente- la palabra y hete allí que despues de muchas deliberaciones fue acordado un encuentro cumbre entre las dos figuras cimeras de la época vinculadas a problemas de virosis, aún cuando en muy distintas órbitas: el imperturbable y parsimonioso Dr. Sajno Salkbin, leyenda viviente de la batalla contra los invisibles y microscópicos depredadores del planeta y el volcánico y mitológico Willie Morton, el rey de los especialistas en el área de virus electrónicos.

Después del inevitable choque de egos inicial, prevaleció el calmado y objetivo análisis de los hechos y un brillante trabajo en equipo condujo subsiguientemente a la adopción de un número de perentorias medidas de emergencia, ante la crísis que alcanzaba ya proporciones de pandemia.

Se establecieron, en consecuencia, varios cursos de acción:

1) La observación de sospechosos infectados y el análisis histórico de su evolución, intentando desandar el camino recorrido para identificar el origen de la virosis.

2) El despistaje de nuevos casos y su aislamiento preventivo. Para ello se diseñaron y construyeron 'inpromptu' máquinas detectoras de virus donde las pruebas de laboratorio clínico diseñadas para diagnosticar la sangre infectada eran complementadas con un análisis y diagnóstico informático que culminaba con un mensaje que aparecía en la pantalla del aparato detector diciendo "no virus were found" ( ojo: máquina construída en USA) o, por el contrario "unknown virus detected" y un conjunto de acciones a seguir en este último caso, basado en la aplicación del más severo de los antivirus que la tecnología electrónica podía suministrar, esta vez por vía intravenosa bajo la forma conocida como Intrafertron V, que sin erradicar el mal lo difería).

3) El establecimiento de una campaña de educación virásica donde los padres eran exhortados a someter a su familia a despistajes y vacunaciones periódicas.

4) Tolerancia y comprensión por parte de empleadores hacia los nuevos "leprosos" electrónicos, así como opciones de trabajo en casa y a distancia.

5) Celebración de concursos, simposios y encuentro para discutir las formas de revertir los efectos de descomposición social y los estragos en la economía ocasionados por el virus.

La humanidad estuvo a la altura de reto, agrupandose sin discriminación bajo la nueva bandera desplegada. Patéticas escenas de dolor y esperanza se entremezclaban con las acciones de heroísmo anónimo y con los gestos de generosidad espontánea. Nunca como entonces rozó la raza humana el cielo de la grandeza.

VIII

No hubo tiempo de llegar a la raíz del mal. El virus mutante desapareció tan misteriosamente como había llegado. Quien sabe si tanta nobleza demostrada conmovió hasta sus visceras lógicas. O si agotado su ciclo vital se descompuso otra vez en inofensivos componentes. El hecho es (como dijo el naturalista) que, casi de la noche a la mañana cesaron estor-nudos, temblores, afasias inducidas y otros síntomas y prevaleció la calma. Dos semamas después la pandemia no era noticia.El formidable toro del Dow-Jones vencía una vez más, en su mitológica e inacabable batalla, al oso pesimista y paranóico de la depresión.

EPILOGO:

El hijo del conserje del banco de sangre nunca supo cuan cerca estuvo del cielo y el infierno. Obtuvo sin esfuerzo su grado universitario e ingresó a un reconocido observatorio astronómico de la región. En sus ratos libres practica activamente la sofrología y aún guarda aún en su pecho el romantico recuerdo de sus raíces informáticas.

Estimulados por el fenómeno del virus humano-electrónico un grupo de destacados científicos ha obtenido los fondos para la creación de un Instituto destinado a la investigación y estudio de aplicaciones de la nueva disciplina conocida como la Hemotrónica, en recuerdo del virus bautizado con dicho nombre. A pesar del breve tiempo transcurrido desde su inicio, creen estar cerca de la cura una de los mas importantes dolencias de la época. Y en los sistemas sanguineos de una creciente población de pacientes viajan ahora microscópicas legiones de virus "buenos", hibridos guerreros portadores de lógicas cotas de malla e inexorables en la persecución y destrucción de los virus "malos" a quienes todos conocemos.

Una vez más el progreso ha revertido el mal en bien, el azote en bendición...

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En las profundidades de su habitat sanguineo el virus mutante duerme y recuerda. Sueña con una oportunidad mas propicia y aguarda sin prisa, con la sabiduría adquirida durante la vivencia cumplida. Sabe que el momento habrá de llegar....y ESPERA.

02- SEGUNDA EQUIVOCACION

Egipto y los viajes en el tiempo se conjugan con un toque de Realidad Virtual y una hermosa directora para darnos una lección de lo que no debería haber pasado...
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El crononexplorador estaba consternado.

Poseedor de una mente excepciónal, había concebido y puesto a punto, finalmente, aquella maravilla de la ingeniería que, reluciente, se posaba ahora, en su viaje inaugural e histórico, sobre la calcinante llanura de Luxor. A través de su ágil lente estereoscópico observaba, desde hacia rato, las evoluciones de las largas filas de esclavos que ascendian y descendían, trabajosamente, la gran pirámide en construcción. Y la magia del audiocaptor traia a sus oidos el restallante sonido del látigo sobre las desnudas y morenas espaldas y percibía los broncos gritos de los capataces. La tarde transcurria bajo un cielo intenso, huérfano de nubes....

Entonces, apareció ELLA ! Repentinamente, como mágica visión, su nave de gasa se autoreconstruyó, -con sin igual elegancia- a unos cien metros a la izquierda de la primera embarcación. Silenciosamente, sin dolorosas transiciones, con su sola presencia tomo posesión del ámbito haciendo a un lado como insignificante utilería, a la orgullosa -y hasta entonces única- crononave exploradora.

No lo había visto aun. Su flamígera cabellera se desparramaba, como manto real, sobre la elegante y alba túnica que vestía. Su rostro de helénica belleza mostraba una profunda concentración en el tablero de mando, como si revisara algo que no funcionara del todo bien.

Algo no andaba bien, definitivamente. El cronoexplorador no sabía precisarlo pero ALGO estaba sucediendo. Un sutil y gradual cambio en condiciones ambientales, en temperatura, en el brillo del inclemente sol...

Gradualmente, una suave y refrescante brisa invadió el valle. Una bandada de aves surgió de la lontanaza y revoloteó con gracia sobre la pirámide en construcción. ¡ Y hubiera jurado que las masas de vegetación que oscilaban en el límite de su visión no existían momentos atras !

Pero no fue sino hasta la aparición de la oleada de rubios y ululantes bárbaros de obvia procedencia nórdica que realmente comenzó a preocuparse. Vikingos en el Nilo. ¡ Inconcebible !

Y, definitivamente, la vegetación cambiaba ahora, reajustándose en dimensiones, tono y densidad. Y la bandada de aves alteraba perceptiblemente su patrón de vuelo...

Pero el colmo llegó cuando toda la imagen se disolvió bajo una intensa vibración lumínica. Y se REINICIO con variaciones. Ahora los bárbaros no fluían del Norte sino del Este y portaban estandartes que ondeaban ante un viento bravío...

Entonces lo comprendió. Era una cronofilmación, una obra que estaba siendo creada ante sus ojos por una directora única, genial, sin colaboradores otros que su pasmosa tecnología de apoyo..!

Casi simultaneamente, otra idea explotó en la mente del crono-explorador, haciéndolo orientar su propio sistema de tele- comunicaciones hacia la burbuja de gasa de la bella directora. A pesar de la gravedad de los hechos - o quizá por eso mismo- no se atrevió todavía a descender, prefiriendo acudir, de inmediato, al apoyo de su propia electrónica.

ELLA lo había detectado ya. Con curiosidad pero sin temor, con actitud divertida, casi irreverente, observaba su frenético acciónar sobre el tablero.

Pero la electrónica no funcióno... Ninguna forma de mensaje fue aceptada ni siquiera identificada por la nave vecina.

Desesperado, revolvió en sus enseres hasta hallar un marcador y un trozo de papel, reliquias de su epoca de estudiante y escribió un mensaje de breves palabras: PELIGRO ! CRONOCLASMA !. Luego, violando la regla principal del naciente código de cronoturismo- aun por concretar- anuló el campo de fuerza, descendió de su puesto de mando y corrió sobre la crujiente arena hasta alcanzar el ventanal de la vecina nave sobre el cual adhirió el mensaje Y, a traves del suave matiz del extraño cristal de la aparición, le llego una inesperada respuesta...

La nave visitante se desvanecía. Tan elegantemente como había llegado.. Su bella conductora -al menos su imagen holográfica- le dedico una última y enigmática sonrisa antes de desaparecer. Regresaba a la dimensión de la que había emergido inicialmente, impulsada por su talento y su ansia creativa.

El escenario virtual instalado sobre la llanura también se desvaneció. Arbustos, bárbaros y aves, brisas y efectos especiales dejaron de existir.

Una vez mas la llanura se extendía ante sus ojos con su sol de fuego y su límpido cielo y su milenario drama humano.

Pero, otra vez, algo sucedía. Su corazón dió un salto. El viajero se quedó petrificado, parado como estaba sobre la blanda arena. Esclavos y capataces habían detenido sus acciones. Muchos de ellos apuntaban a la espacionave, ahora visible como imposible insecto sobre la arena. El cielo oscurecía perceptiblemente. Un sordo tremor crecía en intensidad y la urdimbre del espacio-tiempo comenzaba a deshacerse ante sus ojos.

Y esta vez era real... !

01- EL ANTIFAZ MAGICO

Y el turno inicial es para Venecia. La bella, la misteriosa, la eterna novia del Adriático, la que se arrebuja en el manto de los siglos para proseguir cautivándonos con su inmortal embrujo. Conozcan lo que le ocurrió a un visitante que tuvo su oportunidad para rozar la eternidad, y el amor, a través de un extraño antifaz.

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Todo asentamiento humano tiene un límite acerca de la carga emocional que puede absorber su infraestructura física. Porque ella participa, silenciosamente, en registrar la historia de las vidas que aloja, captando por igual lo banal y cotidiano, lo sublime y lo extraordinario. En algunos casos, esta carga se dispersa de inmediato.Entonces tenemos ciudades vacuas, desprovistas de calor humano y de misterioso encanto. En otros, por el contrario se detecta una maravillosa capacidad de retener en su seno el drama y la alegría de los que la ocupan. Muy pocas, sin embargo, poseen la capacidad de acumular, a través de los siglos, esta extraña herencia. Pero siempre, en todo los casos, existe un límite de lo que puede llegar a resistir dicho tejido...

Este relato está dedicado a Venecia, la inolvidable, la inmortal, la gran gata jaspeada que se acurruca ronroneando, voluptuosa, frente al Adriatico, presidiendo, serena, el discurrir de los siglos reflejados en la dorada y patética belleza de sus entrecerrados ojos...

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No podría duplicar el cúmulo de pequeñas circunstancias que el destino encadenó para conducirme, una apacible tarde de otoño, a la inconspicua tienda incrustada en lo más profundo del palpitante corazón de Venecia.

Llevaba días vagabundeando en el entorno de mi ciudad consentida. Disfrutaba del incomparable deleite de desgastar el tiempo según mi entera potestad, en el transcurso de unas bien merecidas vacaciones. Repasaba sin apresuramiento un cúmulo de experiencias ya vividas allí, desde la opresiva soledad del alma percibida en la lóbrega penumbra del Puente de los Suspiros, hasta la imponente panorámica aerea desde la cumbre de San Giorgio y el mustio olor de las podridas catacumbas en el venerable recinto de San Zacarías. ¡ Y es que Venecia me hablaba ! Con toda la fastuosidad de su polícroma arquitectura, con el encanto de sus maravillosos puentes y sus incomparables visuales, hasta con el deambular de sus profanas masas turísticas que invadían desordenadamente el espacio urbano estrellándose, no obstante, en su inconsciente intento por vulnerar el LUGAR, la pertenencia, la tremenda fuerza de identidad que la milenaria ciudad poseía.

Fue probablemente ese estado de ánimo soñador (¡ en esta ciudad de ensueño !) lo que me indujo a perder gradualmente el rumbo de mis pasos hasta que una tarde, de pronto, me hallé en una región inexplorada para mi, del dédalo de estrechas callejuelas y puentes que entreteje la ciudad y de la cual no guardaba recuerdo alguno. Era de allí que provenía el influjo hacia el cual había inconscientemente derivado. Observé con curiosidad las estancas fachadas de la callejuela, soldadas entre si por el tiempo y los fragores de pasadas guerras y me senti de pronto extrañamente acompañado, a pesar del escaso fluir del tránsito peatonal.

Paseaba sin rumbo, disfrutando las delicias de aquella suerte de soledad acompañada, cuando la vi... Era una inconspicua tienda, de las muchas que integran el paisaje veneciano, incrustada en la sombra de un portal. Movido por un irresistible impulso me acerque a ella y contemple su única ventana. Al igual que otras estaba ornamentada por variadas máscaras y antifaces. Allí convivian, sin estorbarse, altivas porcelanas y tenues gasas y falsas pedrerías. Era, pues, una ventana al carnaval, a la alegría desenfrenada pero misteriosa, que arrastra la tradición en Venecia a través de los siglos. Pero entre todo el creativo despliegue que allí se exhibía, mi atención se vió capturada por un modelo de extraño diseño cuya sobriedad contrastaba, casi desdeñosamente, diríase, con el oropel desenfrenado que batallaba por atención en la superficie del aparador.

"Ese antifaz no se vende. Tiene una leyenda que lo impide. Es para todos los ojos que con él puedan ver". Ese fue el corto y enigmático mensaje que recibí del amable dueño de la tienda cuando entré en ella con el ánimo de añadir el modelo a mi crecida colección de recuerdos de viajes y correrías. Nunca he sido afecto a las discusiones y, por lo demás, percibí que la posición del dueño no admitía argumento. Pronto abandoné la tienda llevando en un pequeño paquete el codiciado objeto. Ante mi sorpresa, no hubo el mayor reparo en permitir, tras un mínimo de formalidades, que un desconocido como yo llevase, en calidad de prestamo indefinido, tan preciado modelo.

Una vez en la seguridad del hotel, deshice la cuidadosa envoltura para examinar detalladamente el antifaz. Era, indudablemente, de viejisima hechura, aun cuando admirablemente conservado. Sus severas pero armoniosas líneas denunciaban la experta mano que lo había fabricado. Con la punta de mis dedos recorrí la bruñida superficie que mostraba un suave matiz de brillo metálico, como de plata antigua. Cuidadosamente me puse el antifaz. De inmediato percibí la existencia de algún tipo de cristal que insertado en las aberturas de los ojos. ¡ Cristal ! Esto si era realmente curioso. ¿Con qué objeto? ¿Por que razón ? Mi fantasía se disparó de inmediato, explorando y descartando mil razones para tan insólito hecho. Al final, llegue a la conclusión (intuida) de que algun efecto visual extraordinario debió perseguir el ignoto artesano al incorporar este recurso. Y me aboqué con entusiasmo a descubrirlo...

Pero todos los experimentos que realicé posteriores a la formulación de la referida hipótesis resultaron infructuosos. Cambios en posición, tiempo y lugar e incluso de condiciones climáticas no lograron la más mínima alteración en la límpida visual obtenida a través del antifaz. Su imperturbabilidad parecía rechazar desdeñosamente todos mis esfuerzos, fustigando mi impaciencia.

Pasaron los dias y los intentos de hallar el oculto mensaje del antifaz veneciano se estrellaban una y otra vez. Mis vacaciones se acercaban a su fin y comenzaba ya a acostumbrarme a la idea de tener que regresarlo a su fuente de origen sin haber sido capaz de desentrañar y de disfrutar su celoso secreto.

Un día que regresaba de la plácida y soleada costa del cercano Lido al hotel donde me hallaba alojado, sentí de pronto un irresistible impulso que me indujo a abordar el vaporetto rumbo a San Marco.

Frisaba la tarde. Las disminuídas oleadas de turistas que regresaban a la Piazzetta dei Leoni, habiendo dicho previamente adiós a la belleza bizantina y atípica de la iglesia de San Marco, agotados por el trajinar del dia, para esperar su traslado a tierra firme, se habían descompuesto en grupúsculos cuya estaticidad contrastaba con el rápido ritmo evidenciado más temprano en el día.

Me refugié en un rincón de la Piazzetta. Discretamente, y quizá por última vez ceñí el antifaz . Y ¡ oh maravilla ! percibí, al fin, lo que tanto tiempo había intuido sin conocerlo.

Primero fué un sutil cambio en la luminosidad del ambiente que percibía. Era como si la atmósfera se subdividiera en invisibles capas de distintos matices. Como un enorme escenario que afina sus luces para la presentación de una magna obra. Luego, ¡aparecieron los actores! Llegaban de todos los rincones, en diferentes épocas, bajo diferentes atuendos y actitudes. Mercaderes riquísimos, enjoyados; ascéticos y encorvados monjes; legiones de soldados con relucientes corazas, con paso marcial; hoscos piratas y vociferantes bárbaros y alegres comparsas cantando y danzando al ritmo de inaudibles melodías. Y los integrantes de esta abigarrada multitud, de todos los niveles y de todas las epocas, pese a su aparente solidez corpórea se entrecruzaban pasando unos a través de otros, sin percibirlo, preservando milagrosamente incólume la coherencia de su propio espacio-tiempo.

Y sentí, súbitamente, que me asaltaba la tremenda carga emocional que la ciudad guardaba a través de sus épocas, de su larga y venturosa epopeya urbana. Y me sentí ciudadano de mil circunstancias y mil situaciones a la vez, en el rescoldo de su haber sido. También descubrí que podía, con un esfuerzo de concentración, aislar la actuación de los diferentes grupos de forma tal que aquellos en los que centraba mi esfuerzo de atención aparecían sólidos y dotados de pleno realismo, mientras que los otros pasaban a formar parte de un entorno vaporoso e irreal.

De pronto, entre las miles de imágenes que desfilaban ante mi mente afiebrada, pero extrañamente lúcida, identifiqué una alegre comparsa que, cantando y bailando, se acercaba a mi refugio, cercano a la gris columna que corona el león alado. Estaban todos ataviados con ropas que delataban su encumbrada procedencia. Al frente de ellos, de pareja con un atípico condottiero se desplazaba, alada, una donna de inigualable belleza. En el ajetreo de la diversión que disfrutaba había descartado momentáneamente el antifaz, que portaba en una de sus pequeñas y ensortijadas manos.

La observé con admiración. Aquel fantasma de pasadas épocas llegaba a mi con plena intensidad, capturándome en el esplendor de su femenino embrujo. Todos sus movimientos eran gráciles, de incomparable euritmia. Traicionaban su patricio perfil, su blonda, alborotada cabellera y su porte real, unos cálidos e invasores ojos verdes enmarcados en un rostro de ovalo perfecto y cutis nacarino. Esos ojos luminiscentes, que hablaban de lejanas tierras, de blanca arquitectura y arroyos juguetones y fuentes cantarinas, se posaron por un instante en los mios, quemándome el alma como invisible hierro de marcar. Pero, a través de los siglos percibí en el fondo de aquella desenfrenada alegría una profunda nostalgia, una añoranza de tierras, amistades y parajes para siempre perdidas...

Salí de la sombra del pórtico en que me alojaba y me acerqué a ella. Subitamente todo aparecía tan real como si me hubiera trasladado a otra época. Ahora me sentía parte de la escena; las otras multitudes en el cronoespacio habían desaparecido. Ella también me percibió, me vió venir con una alegre y sorprendida sonrisa que iluminó su rostro haciéndolo, si posible, aún más bello. Separándose del grupo, extendió sus brazos hacia los míos. Por un instante nuestras manos llegaron a tocarse...

Pero la tremenda fuerza del momento cobró su impuesto. Regresaron las multitudes de otros siglos, que por un instante había logrado someter a control, y en la resultante y silenciosa algarabía que siguió, la bella dama y su alegre comparsa se vieron envueltos en un torbellino de imágenes que los alejó inexorablemente, y para siempre, de mi vista.

En vano intenté rehacer aquel maravilloso momento. El mágico antifaz se negó a complacerme. De alguna manera supe que aquello significaba el fin de esta aventura.

El dueño de la tienda recibió de regreso el antifaz con la mayor naturalidad. Por el supe algo de su historia o, mejor dicho, de su leyenda.

Parece ser que en tiempos muy remotos existió en Venecia un artesano destacado, diseñador y fabricante de máscaras y antifaces a quien la fortuna sonreía, mimosa. Bien pronto, el éxito de éste lo llevó a disfrutar de una holgada situación económica y contrajo matrimonio con una bella joven de la localidad a quien amaba profundamente. Por un tiempo su felicidad transcurrió ininterrumpida. Entonces llegaron nubarrones agoreros a turbarla. En corto plazo, la joven esposa enfermó y murió sin que nada pudiera hacerse para salvarla. El impacto del dolor de esta pérdida sobre el artesano fue desquiciante. Se encerró en su taller y desde entonces poco se supo de él. Había concebido la secreta idea de establecer un puente en los siglos que le permitiera regresar a su amada. Estaba convencido que el espíritu de la misma se hallaba aún capturado por el embrujo del ámbito de Venecia. Y pensaba que la refracción del tiempo, aprovechada mediante cristales especialmente diseñados podía acercarla nuevamente a la imagen de su amada. Y dice la leyenda que al fin, tras incontables penurias, un dia pudo reunirse fugazmente con su esposa. De lo que ocurrio despues de este encuentro no se guarda registro. Pero hay quien dice que nunca mas repitió su experiencia, desembocando su estado de ánimo en una gradual locura que lo condujo a incorporar su herramienta óptica en un antifaz especialmente diseñado, para ocultarla de los depredadores quienes, en su delirio, lo asediaban continuamente.

Como quiera que ello sea, a su muerte, su testamento reveló la presencia del maravilloso artefacto y estableció, para su uso dos condiciones básicas: la absoluta gratuidad de su uso y la indefinición del tiempo de préstamo único. Por lo demás, y esto si no guardaba explicación alguna, las personas que lo utilizaban solo alcanzaban una única experiencia, sin posibilidad de repetirla.

¡ Solo una visión por persona !...

De la bella desconocida solo queda el recuerdo de su imagen de alegre hada, de su mirada de fuego y de la suave y secreta tibieza de sus manos, cuyo calor por un instante compartí. Pero como la memoria es traicionera, y el yo orgánico reemplaza en el tiempo al recuerdo vivido por otro de segundo orden, me he abocado a registrar estas impresiones recientes antes de que los años procedan a su inexorable deformación.


Venecia, octubre de 1890.