Monday, December 25, 2006

05- EL ANTI-LEON


Conozca la más terrible máquina de guerra jamás construida y lo que le ocurrió a Ricardo "El Aburrido" cuando quiso utilizarla para resguardar la precaria seguridad de su asediado reino...
---------------------------

Ricardo el Aburrido se hallaba preocupado. Esto en sí no dice mucho si no se sabe primero quien era Ricardo. Hijo de reyes, nieto de reyes de auténtica sangre añil. Descendiente directo del recordado Nicanor "El Intestino", (bautizado así por el vulgo debido a su obsesiva manía de intervenir en los más mínimos asuntos internos del reino), portaba sobre sus hombros tanto peso de nobleza pasada que apenas podía desplazarse. Carente de vigor, del fuego sagrado de liderazgo que todo pueblo exige a sus gobernantes, era poco más que un mueble (de estilo) en aquella corte gobernada en realidad por Guillermo "EL Subrepticio", su primo, aspirante número dos al trono y haciendo todo lo posible y lo imposible por convertirse en el número uno...

Era entrada la tarde y Ricardo estaba echado (su posición favorita) al borde de una loma desde donde se vislumbraba toda la distante comarca. En la lejanía se escuchaban los gritos de los pastores arreando a sus ovejas para ponerlas en resguardo a la caída de la noche. Extensos viñedos y olivares prestaban un toque de belleza a la austeridad del paisaje. La fresca brisa jugueteaba con su escasa cabellera osando perturbar sus largas guedejas, pero el permanecía abstraído. En su abotargada mente, sensores aún milagrosamente activos le informaban que no todo andaba bien en el reino. Decididamente...

A pesar de su impopularidad con el pueblo -quién en el fondo quería, a su manera, a Ricardo (más de lo mismo)- el Subrepticio, dotado de gran habilidad política había ido ganando paso a paso el apoyo de otros sectores de la comunidad y parecía al borde de intentar el gran paso. Y eso significaba que la cabeza de Ricardo se independizaba cada vez más de su cuerpo.

Ahora bien, no era que el Aburrido tenía un apego especial por su gris existencia, pero hería su real orgullo (el poco que le quedaba), en la médula, la actitud despectiva y cási despótica de su primo para con él.

Había que hacer algo; y rápido...¡ Si no quería pasar a la historia prematuramente !.

Absorto estaba el Aburrido en sus sombrías y agoreras contemplaciones (como el lector se habrá apercibido ya). Tan absorto que no reparó en la aparición del artefacto que, como una burbuja transparente y ambarina descendió oscilante de los cielos y se posó, grácil sobre la suave grama de la loma. A los pocos segundos, una puerta lateral se deslizó hacia arriba silenciosamente y un hombrecillo vivaz y portador de una caja de sencillo contorno geométrico hizo su aparición.

"¡Buenas tardes!" dijo con voz tonante (pero no del todo desagradable). "Indudablemente. el mejor lugar de este bello paraje para sostener un edificante diálogo".

Ricardo lo percibió ahora. Erguido en la plenitud de su metro cincuenta de estatura, el hombrecillo era la imagen de la seguridad y la auto-confianza. Le sonrió alegremente con unos dientes translúcidos pero sólidos que despertaron un dejo de curiosidad en la fatigada mente de el Aburrido. En verdad, el esfuerzo de meditar lo había dejado exhausto.

"¿Quién sois?" le espetó arrebujándose en los harapos de su dignidad real.

Sin responderle directamente el hombrecillo materializó un vibrante rectángulo de luz y se lo entregó.

"Primicias Xanadú. soluciones al alcance de tu mano", habló la tarjeta. Y acto seguido se enzarzó en las excelencias de una suerte de pegajoso villancico que fue diluyéndose como fondo para la conversación.

"Por vuestro rostro veo que habéis problemas", adelanto el hombrecillo sonriendo con un aire no exento de oculta picardía.

"No tal, no tal" replicó instintivamente el Aburrido, arrepintiéndose de inmediato de hallarse a la defensiva.

"Sin embargo",continuó impertérrito el extraño personaje, "estamos aquí para serviros. ¿Queréis ayuda en algún ramo?".

Ricardo reflexionó. Asumiendo la buena fé del visitante, era aún demasiado pronto para sugerir la desaparición permanente de su muy estimado primo, el Subrepticio. Pero ¡ Que diantres ! Bien valdría intentar una prueba menor.

Había en el reino una plaga crónica, perennemente hambrienta, ruidosa e irreverente que periódicamente mermaba las arcas del estado y sumía al pueblo, a todos los niveles en la mas negra desesperación: la Langosta. Y eso era algo que ni el mismo Guillermo había podido resolver. Es más, su aún precaria mayoría se tambaleaba cada vez que se traía a colación dicho tema.

Era una buena prueba.

"¿ Tenéis alguna cura contra la langosta ?", preguntó de soslayo mientras maniobraba su posición de forma de hacer que los rayos del sol en decline hirieran los ojos del recién llegado.

"Por supuesto Usía. La más efectiva. Y abrió la caja oprimiéndola tres veces en distintos sitios.

Su interior era oscuro, con una engañosa ilusión de profundidad.El mercader (pues esto era ni más ni menos) metió la mano y el brazo hasta el codo y tras algúna manipulación extrajo una reluciente y curiosa figura. Lo más cercano a ella era compararla a una anti-langosta. Sus mandibulas mecánicas emitían leves crujidos, como si ejercitara su accionar antes de entrar en batalla.

" ¡ Diantre ! pensó el Aburrido.

"¡ Mirad !" dijo el mercader indicando al cielo con su enjoyado meñique.

Ricardo miró. En lontananza se veía una incierta nube grisacea que iba y venía con la brisa. Era la primera avanzada de las legiones que pronto habrían de invadirlos. ¡ Langostas !

El extraño hombrecillo tomó la anti-langosta en sus manos, desplegó sus alas con un murmullo metálico y delicadamente, casi contra su voluntad, la liberó en el aire.

La anti-langosta revoloteó de inmediato, extendiendo sus sensores y tras realizar un giro enfilo hacia la distante nube. Al mismo tiempo que esto acontecía, el hombrecillo oprimió algo en el interior de la caja.

La alada anti-langosta pareció duplicarse en pleno vuelo. Y volverse a dividir una y otra vez. Ella y sus copias. Todas se dirigieron hacia la nube que se acercaba.

Lo que siguió fue impresionante. Con los vestigios de su imaginación, El Aburrido creía percibir el crujido de las poderosas mandibulas mecánicas al cerrarse una y otra vez sobre los cuerpos de las desprevenidas langostas. Pero igual hubiera sido si estas se hubieran hallado sobre aviso. La fría ferocidad de las anti-langostas se imponía abiertamente sobre el instintivo apetito de sus víctimas.

Pronto no quedó nada en el cielo. Nada vivo.

Las anti-langostas regresaron una a una, se precipitaron dentro de la caja y desaparecieron.

El mercader cerró la caja. Sin chasquidos, sin crujidos. Como si nada hubiera pasado.

El Aburrido estaba impactado. Las impresiones de lo presenciado despertaban potencialidades de uso en su aletargada mente.

"¿ Cuanto queréis por esa caja ?" preguntó displicente.

"Vuestra es, Majestad, pues no cobramos sobre lo ya existente", dijo obsequioso el mercader.

"¿ Y cuanto costaría elaborar una anti-langosta de mayor tamaño, que se alimentara -digamos- de leones ?"

Los ojos del mercader relucieron como ascuas en la hoguera. En ese caso, Majestad, me conformaría con toda esa comarca que veis allá abajo, hasta donde alcanza la vista, y el derecho para ejercer libremente mi oficio en el resto de vuestro reino.

"¿ Cuándo volveréis ?" contrarrestó Ricardo.

"En cualquier momento, Majestad. Siempre estoy cerca".

"Entonces hablaremos" dijo El Aburrido (ahora no tanto).

"Hecho," dijo el personaje y efectuando una grande y exagerada reverencia, subió a su nave y desapareció.

Pasó el tiempo. Llegó la langosta. Por nubes, por oleadas, oscureciendo el cielo. Al abrigo de su indolencia Ricardo experimentaba. Mientras el reino se debatía en la angustia y el hambre aprendió a manejar con destreza la mágica caja y su invaluable contenido.

A su debido momento cotraatacó. Justo cuando la popularidad de El Subrepticio se encontraba en el suelo. Destruyó la langosta. Salió el sol. Nadie acertaba a creerlo. Se convirtió en el ídolo de su reino. Vitoreado, adulado, casó pronto con la rubia hija del más adinerado señor de la región. Los ojos azules de ésta reflejaban muda admiración....

Avergonzado, Guillermo huyó del reino. En breve reinó la paz y la armonía y todo fue tranquilidad en el dulce reino del amor y del bosque umbrío y del arroyo cantarín. Ricardo fue Rey.

Un día regresó el mercader. Traía un enorme objeto cubierto, que a duras penas podía llevar dentro de su nave.Era el encargo menciónado. Se excusó por no poder haber vuelto antes pero, según dijo, una travesía accidentada le condujo a regiones ignotas de donde, a duras penas pudo volver con vida.

Ricardo lo trató con indiferencia. En realidad tenía todo lo que ambicionaba. Y ningún peligro a la vista. Y Ricardo era avaricioso. Un rasgo de familia...

El hombrecillo detectó de inmediato el cambio. Como hábil vendedor, simuló no haber visto nada. Arguyendo lo pesado de la carga, solicitó dejarla en tierra hasta que se alcanzara un trato.

Ricardo accedió. No era parte de su naturaleza discutir, y menos con siervos.
Además, tenía cosas más interesantes en que pensar.

Pasó más tiempo. Los hijos de Ricardo y la rubia beldad crecían felices en su hermoso castillo al costado del bosque y el cantarín arroyo.

Un día sonó el clarín de guerra en el valle. La llanura se llenó de flores carmesí y fulgores de acero. Era el Subrepticio que regresaba.

La primera batalla terminó en una vergonzosa derrota para las tropas reales. El Aburrido se vió obligado a replegarse y a hacerse fuerte a escasa distancia de su palacio. Triunfantes llegaban las canciones guerreras y las carcajadas de los triunfadores. La derrota final parecía inminente...

Entonces el Aburrido se acordó de su encargo. Allí reposaba adosado a un muro donde lo habían dejado.

Rápidamente lo descubrió. Al caer el paño que lo cubría no pudo menos que exhalar una exclamación de júbilo. ¡ Era magnífico !

El Anti-León. Se erguía frente el, hasta una altura de doce palmos la más impresionante máquina de guerra que jamás osó soñar. Su bruñida superficie lanzaba al sol que restallaba sobre ella destellos de fuego.

Pero, ¿ como manipularla ?

Rápidamente recurrió a la caja. A estas alturas sus mecanismos habituales le eran familiares aún cuando muchos otros eran de uso desconocido.

Despues de profundo razonamiento se decidió a oprimir el más remoto. Y el anti-león despertó... Abrió las enormes y cobrizas fauces y emitió un rugido metálico ensordecedor que retumbó en las lejanas montañas.

! Justo a tiempo ! Guillermo (ahora rebautizado "El Sanguinario") enarbolando su espada y aullando de odio se precipitaba en el valle. Tras el también aullando seguían sus feroces huestes, ansiosas del botín que parecía al alcance de sus manos.

Ricardo oprimió el siguiente botón. Con otro rugido estentóreo el anti-león se irguió sobre sus patas traseras y partió raudo como una flecha a través de la llanura. Tras el se auto-generaban, sin dejar de correr, otros y otros anti-leones hasta que la llanura relucía con el brillo de sus lomos.

Lo que siguó fue espantoso. Una atroz carnicería. Caballos y guerreros por igual fueron a parar al interior de aquellas insaciables máquinas de guerra. Métodicamente triturados y deglutidos. Para no regresar....

Llegó el momento de tocar a triunfal retirada. Unos cuantos sobrevivientes despavoridos huían por la llanura.Los anti-leones no eran ya necesarios. Nunca más lo serían.

Buscó en la caja el último botón. No lo halló.

¡ Ah pícaro mercader !. Desconfiado como todos lo de tu raza. Te llevaste la clave, hasta cobrar lo prometido.

Los anti-leones regresaron.Como una fuerza irresistible, Como una furia inenarrable.

No hallaron guarida.

Ni paz ni descanso.

Con fría y metódica furia demolieron el reino. Literalmente, piedra sobre piedra. No quedó Aburrido (fue el primero que despacharon). Ni bella esposa rubia. Ni alegres y juguetones hijos. Ni gallardo castillo con erguidas almenas y flamantes pendones . Ni atenta servidumbre. Ni obsequiosos cortesanos. Ni señores feudales, comerciantes ni pueblo. Ni piafantes caballos.

Solo quedarón el bosque umbrío y el cantarín arroyo para narrar la historia.

Y eso fue suficiente.

No comments: