Saturday, March 3, 2007

09- ¡ CARLITOS EN EL CIBERESPACIO...!

Cuando Carlitos y su familia asistieron a la Feria del Ciberespacio, celebrada en aquella remota área rural, poco imaginaban las visicitudes a las que los expondrían los acontecimientos resultantes de lo que sucedió a partir de una ingenua travesura...

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Si el martillo de Vulcano hubiera sido un poco menos pesado, ninguno de los lamentables hechos que aquí reseñamos hubiera sucedido.

Pero Carlitos era travieso...Terriblemente travieso y, por ende, obstinado como el que más.

Todo sucedió cuando la denominada "Feria del Ciberespacio" llegó al pueblo. La nueva tecnología inmersiva TOTAL empleada, basada en una desintegración con efecto de reconversión diferido, (mas una hábil promoción publicitaria) había cautivado la imaginación de los ingenuos aldeanos. La perspectiva de experimentar una nueva sensación que despejase la abulia crónica que afectaba a la comunidad llevó a los mas osados a echar mano a sus preciosos ahorros y adquirir entradas para la "única ocasión en la que había de presentarse el evento en esas tierras".

Verdad es que los cartelones de los anuncios que se habían distribuído estratégicamente en diferentes sitios del poblado eran espectaculares, lindando en lo circense. "¡ Asiste ! -decía uno- El Olimpo de los dioses te espera. En sólo 2 1/2 horas podrás presenciar el nacimiento de venus, la pasmosa velocidad de Mercurio, la furia del imponente Neptuno. Conocerás de cerca a centenares de dioses menores. ¡ No te lo pierdas ! ¡ lleva a tus hijos ! Esto cambiará su vida...". Todo ello en grandes y sugestivos trazos rojinegros sobre un fondo azul pastel en cuya lontanaza se erguía algo sospechosa- aunque equivocamente- una forma similar al Partenón.

Para Carlitos la visita (guiada) lindó en el aburrimiento. Desde lo alto de sus siete años escuchaba con desdén las conversaciones y dudosas explicaciones acerca de las costumbres, hábitos y peripecias de los dioses en el Olimpo. Ni siquiera las maravillas de la Inteligencia Artificial y el desempeño autónomo de los mundos virtuales pudieron impresionarlo por mucho tiempo. Hacia el final de la visita, el torrente de energía reprimida que en él bullía estaba a punto de estallar. Si sus pardes se percataron de este hecho no lo demostraron, hallándose como se hallaban inmersos en cuerpo y alma en su nueva fantasía.

Fué en el momento en que culminaban la visita al Mercado y se aprestaban para regresar cuando observó en la distancia, a su izquierda, una zona del Olimpo no incluída en la visita. Un ruido sistemático, proveniente de ella, estimuló su atención al punto que no resistió la tentación de realizar una pequeña investigación...

Y en un santiamén, mientras los visitantes intercambiaban impresiones a la espera del regreso, el travieso chico se escabuyó por entre las patas de bucólicos bueyes y pisando suavemente sobre el heno reseco que cubría el suelo, se alejó, silencioso como un fantasma, del absorto grupo de cronoturistas.

Muy pronto alcanzó la meta propuesta. El sitio de donde provenía tal escándalo era un recinto cerrado, de blancas paredes. Acercandose a la gruesa y vetusta puerta de madera, Carlitos atisbo su interior, iluminado con la luz de una fragua. Un hombre gigantesto, barbado y sudoroso golpeaba con ferocidad el yunque frente a él con un enorme martillo.¡ Y que martillo ! Nunca Carlitos había visto nada como eso... Era la quintaesencia de la fuerza bruta, levantando galaxias de chispas multicolores cada vez que surgía hacia adelante atacando la gran espada ígnea que cobraba forma gradualmente.

Repentinamente el gigante se enjugó el sudor y con un gesto casi despectivo lanzó el mazo a un rincón. Si Carlitos hubiera entendido su lengua le habría oído decir: "¡ Por hoy basta ! Al diablo con Eneas y su petulancia...".

Y salió mascuyando imprecaciones. Carlitos, con maravillosos reflejos, tuvo justo el tiempo para evitarlo. Luego, sigilosamente, entró en la estancia. Solo tenía ojos para el gran martillo. Se acercó y trató de levantarlo. ¡ La sorpresa que se llevarían sus padres si volvía con esto a casa ! Haló con todas sus fuerzas tratando de arrastrarlo, empujó hasta que se le nubló la vista, pero todo fue inútil. El martillo de Vulcano era una herramienta de dioses, que no de niños.

Tan absorto estaba que no se dió cuenta que el tiempo de regreso había vencido. Su madre si lo hizo, aún cuando tardíamente, y presintiendo la desgracia prorrumpió en angustiados gritos reclamando su presencia.

¡ Demasiado tarde ! El proceso de reconversión molecular ya se había iniciado... ¡ Y nada podía detenerlo !

Inútiles fueron las amenazas del padre ni el llanto desconsolado de la madre. Ni todo el interminable proceso burocrático que acompañó las gestiones de rescate. Carlitos no aparteció ese día. Ni el siguiente, ni el otro después. Con el tiempo, la dura realidad trajo resignación y el alegre Carlitos pasó a ser solo recuerdo y encaminose en el tiempo a ser recuerdo de recuerdo.
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El Ciberespacio, como se lo conoce hasta ahora, es ámbito variable e impredescible. Las más extrañas combinaciones pueden albergarse en su seno. Los mundos virtuales creados por el hombre se entrelazan y confunden en un interminable despliegue de fascinante entropía...

Quizá algún día, las fuerzas poderosas e ingobernables que separaron a Carlitos de su núcleo familiar tengan a bien liberarlo, y permitirle el reencuentro con sus atormentados padres. Pero es cosa que sólo el futuro (?) podrá determinar.

Por de pronto, Carlitos forma hoy (¿"hoy"?) parte integrante del hogar de un malencarado guerrero asirio. Su madre adoptiva, pletórica de formidable fortaleza, le aplica frecuentes tortazos para recordarle quien manda en el fogón pero el feroz padre lo tiene muy en alta estima desde que casi despedaza a tres compañeritos, en el retén de los cautivos, durante una querella sin importancia.

De hecho, el orgulloso padrastro tiene muchos planes en puerta para él, y su electrónico corazón estalla de júbilo cada vez que se lo imagina en activo y fiero combate sobre las duras tablas de la galera imperial.

Aparte de eso, su vida sigue un curso marcadamente rutinario y a la espera de nostálgicos acontecimientos que nunca terminan de concretarse...

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