Pobre Diosa Alta ! Venerada en un momento y vilipendiada en el próximo. Majestuosa e imponente Diosa de la Colina Esbelta... Y, no obstante, tan humana, tan bondadosa... Como lloramos tantas veces lo que no supimos apreciar a tiempo ! La historia de la Diosa Alta es mudo testimonio...
La Diosa Alta se erguía en el tope de la colina desde tiempo inmemorial. Los pobladores no podían imaginar su diaria actividad sin la presencia de la Diosa. De ella dependían la fertilidad de las cosechas y la ausencia de la plaga, la fresca brisa y la manigua umbría.
Tampoco los más viejos pobladores podían justificar la aparición inicial de la Diosa. Ni siquiera la celosamente guardada tradición oral, que se extendía a través de los siglos, aportaba un ápice de evidencia del cual partir para averiguar su origen. Pareciera que siempre estuvo allí, desde el comienzo de los siglos... Y era imposible imaginar al artista que le dió vida. Si es que lo hubo....
La Diosa era alta, imponente. Una extraña formación basáltica de pliegos que remataba en un dulce rostro de bellas proporciones y que podía ser vista, sin dificultad, desde cualquier lugar del glauco valle sobre el cual se erguía. Su nombre reposaba en el arcano del pasado inmemorial.
También la colina que la sustentaba era extraña. No podía ser calficada con otro mote que "esbelta", ascendiendo hacia la Diosa en suaves aproximaciones, como queriendo protegerla de todo mal terrenal.
Cuando los verdes campos se llenaban de rubias espigas y los arroyos de los manantiales elevaban su cantarina voz para rendir elogio a la primavera, la Diosa los contemplaba serenamente, desde su atalaya, allá arriba en la esbelta colina que la sustentaba. Entonces los moradores del pueblo sonreían felices de estar vivos y, contemplando la majestuosa Diosa a la distancia, se deshacían en elogios hacia ella por lo afortunados que eran de contar con su benevolencia y con su protección.
Todo el mundo quería a la Diosa. Era un punto de referencia obligado que se contemplaba desde cualquier lugar del ancho valle. Y las mañanas la encontraban circundada de flores, donde la pureza de los lirios del río se entremezclaban con la lujuriosa tropicalidad de bellas orquideas de la selva umbría, que resaltaban en ella como surgidas de la paleta de un pintor.
Y cuando los infatigables turistas, aguijoneados por el demonio de la publicidad, comenzaron a invadir aquella remota región de la isla, en el interior del albo volcán del lago sagrado, la Diosa, impasible y majestuosa, era el blanco obligado de todos los disparadores de cámaras fotográficas. Turistas boquiabiertos la contemplaban mientras sus hijos correteaban en su base intentando vana -pero no por ello menos entusiastamente- trepar hasta su regazo. Ella los contemplaba serenamente como una madre indulgente observa las travesuras de sus pequeños hijos.
Pero toda dicha humana tarde o temprano alcanza su final. Ello está escrito, como muchas otras verdades, en el gran libro de la naturaleza...
Y así llegó un día la época de las vacas flacas. El vasto valle perdió su lozanía, asaltado inmisericordemente por oleadas de voraces langostas y los cultivos dejaron de producir y los rosarios de lamentaciones sucedieron a las risas. Ahora la Diosa era tratada con severidad, vilipendiada, achacándole sus egoístas súbditos todo el malestar imperante, todos los acuciantes problemas que la comunidad estaba atravesando.
Ya no hubo altares perfumados, ni hermosas flores, ni miradas felices, ni frases lisonjeras. La Diosa tenía que irse. Era de mal augurio. ¡Había que desterrarla, cuanto antes mejor!
El día que las brigadas de excavación llegaron al pie de la colina para desincorporar a la Diosa sucedieron cosas extrañas. La Diosa no quería moverse!. Obviamente estaba tan profundamente arraigada y desde hace tantos años que parecía formar parte monolítica de la inmensa roca sobre la cual reposaba. Y no fue posible hacerlo en los dias subsiguientes a pesar de que las crecientes cargas de dinamita que enloquecían con su ruido y nubes de polvo a los pobladores. Ataques con ácido y sopletes no le causaron la más mímima mella. Ella permanecía solemne, impávida ante los fútiles esfuerzos de sus detractores. ¡Hasta un helicópero traído desde una lejana base perdió parte de su fuselaje sin poder levantarla siquiera una fracción de pulgada!
Y llegó la estación de las lluvias y la comarca se vio invadida por mantos de agua que ahogaban al ganado. Y las cosechas se pudrían en los graneros y el hambre acicateó como nunca antes a los infelices aldeanos. Y en ese trágico momento, en esa hora aciaga en que la humildad oculta en el corazón del hombre lo acerca a la naturaleza, la Diosa encontró de nuevo el camino al corazón del pueblo. Y el fervor y la convicción regresó con fuerza y la gente lucía optimista en medio de tantos sinsabores.
Y sucedió que, de pronto, cesaron las lluvias, y salió el sol, y en la pureza del azul del cielo volaron las aves que regresaban raudas a su lugar de origen. Y se reanudó la vida, y los potreros y los graneros desbordaban de abundancia, y en los campos restallaba una vez más el oro de las espigas. Y la vida fue de nuevo alegría sin par, celebrada con cantos y grandes festejos.
Un día, poco tiempo despues de lo aquí narrrado, la Diosa Alta desapareció. El bardo que cantó a sus pies la noche anterior asegura ahora haber visto una lagrima diamantina rodar por sus pétreas mejillas.
Y aunque no quedó rastro de su pasada existencia, su presencia ausente pesaba en el valle como un mudo reproche que acongojaba el espíritu.
Pero ¿cómo hacer regresar lo que nunca tuvo origen?....
---------------------
Hay quien dice que en la noches claras, bajo la luna llena, si se escucha con atención, hacia el despuntar del amanecer -cuando todo duerme-, un largo y prolongado lamento estremece al valle. Y su naturaleza es tal que ninguno que lo ha experimentado regresa jamás al ejercicio completo de sus sentidos.
Ya no existe la Diosa Alta en la colina esbelta. Pero los viejos moradores no pierden la esperanza de que algún día ella regresará cuando sean reparadas las terribles ofensas que la indujeron a desaparecer. Y las flores multicolores, sobre el lugar de peregrinación de lo que fue su hogar, nunca han vuelto a faltar...
Monday, April 2, 2007
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment