Hace muchos años ese gran escritor de lo fantástico que se llamó Lord Dunsany nos regaló con un original relato titulado "Los Tres Chistes Infernales", donde defiende la hipotesis de que escuchar al diablo es mal negocio... El siguiente relato especula lo que ocurrió a partir del tercer chiste, aquel que nunca debió ser revelado...
El Creativo no estaba,.ciertamente, en su mejor momento. La alerta e implacable competencia había cercenado el éxito de su nueva campaña publicitaria, al introducir un recurso que daba al traste con las nacientes expectativas, planificadas con meticulosa precisión desde hacía varios meses. Por otra parte su mejor colaboradora lo había desertado 'impromptu' tentada por el oro extranjero y, por si fuera poco, había tenido el más terrible altercado con el jefe de la empresa de la cual dependía. ¡Como para tomar vacaciones!
Hervía en una sorda ira. Había sido humillado, vejado, por un imbécil cuya única virtud era la de financiar su existencia. Y los daños a su auto-estima eran irremediables. Había salido de la reunión con la paranoica noción de que el público despreciaba su talento, al atribuirle una patética incapacidad para sorprenderlo, para hacerle conocer algo nuevo. ¡Peor insulto, en su oficio, no podía haberlo!
Este Creativo era un hombre rencoroso, capaz de las mas bajas e irresponsables acciones si se consideraba ofendido. Y quería venganza a toda costa. Contra su empleador, contra el público inconsecuente y veleidoso de la cadena de radio y televisión a la cual servía.
En este estado de ánimo, es de imaginar que no evidenció particular agrado cuando su secretaria le anunció, no sin cierto temor, la presencia de una dama que requería hablar con él.
Arrebujándose en los harapos de su ofendida dignidad, el Creativo decidió darle una oportunidad, ¡ Quien sabe si después del chaparrón que estaba atravesando no aparecería súbitamente la sonrisa del sol, en la forma de un nuevo romance con una bella desconocida !. Y mentalmente la cubrío con productos de belleza de sólido prestigio, que la hacían tanto más atractiva...
La dura realidad vino nuevamente a recordarle su frágil condición actual. La desconocida era pequeña y desgarbada. lucía un ridiculo sombrero con flores 'de mode' y su cuerpo, indiscernible, era cubierto por una bata de color indefinido que le llegaba a los pies.
"Otra loca existencialista, pensó para sus adentros, en cualquier momento comenzará a hablar de pájaros y flores y me endilgará una revista bajo contribución económica 'a criterio'.
"¿ En que puedo servirla ?. Le ruego ser breve. Estoy ahogado en trabajo". (Esto habría de disuadirla...).
Otra vez estaba equivocado.
-" Se trata de mi hermano, dijo la dama sonrojándose. Desapareció hace algunos meses para no regresar. Pero antes de irse me entregó esto". Y colocó una pequeña cinta de grabación de sonido sobre el escritorio del infortunado creativo.
"¿ De que se trata ?"- preguntó este resignadamente.
- " ¿ Ha oído usted hablar de la leyenda de los tres chistes infernales ?" contraatacó la frágil dama.. Y acto seguido, un poco rudamente para la maltrecha cultura del Creativo, explicó con gran solvencia:
"Un hombre que no había sido bendecido con el don de contar chistes, recibió del demonio tres chistes infernales que, supuestamente lo harían extraordinariamente popular. Los dos primeros chistes hicieron que su auditorio murierade risa, en el sentido estricto de la palabra, por cuanto no podían dejar de lanzar carcajadas. Abrumado por el peso de con tal maldición, el hombre deambuló, de pueblo en pueblo, atesorando, pero sin atreverse a contar, el último de los chistes infernales...".
" Interesante como tema pero, ¿ Qué tiene eso que ver conmigo ?". Se hallaba algo molesto ya por el tiempo perdido y peligrosamente cerca de vulnerar su ya de por sí precaria situación".
- "Es que ante usted tiene ahora el último chiste infernal". Y abriendo un arrugado sobre extrajo de él un pliego que tendió al Creativo. Este pudo leer en los trazos inciertos del breve mensaje:
"Querida hermana Annie:
Debo desaparecer por una larga temporada. Creo que viajaré a algún polo, desierto o tundra donde pueda gritar a mi antojo el contenido del último chiste sin peligro para mi salvación. Te dejo copia del mismo en la cinta adjunta, por si -Dios no lo quiera- amerites de alguna prueba que me absuelva de mis involuntarios crímenes. Pero, si llegase el momento de que la necesidad te obligare a ello, siéntete libre de negociarlo, con la condición de que el nuevo dueño esté perfectamente enterado de los riesgos que el mismo encierra par él y para los demás..
Te recuerda
Eddie
El instinto del Creativo no requería de más información para presentir un buen negocio. Aquella dama estaba contra la pared. Su rostro reflejaba los estragos del hambre. ¡ Y los potenciales publicitarios!...Cierto o no aquello constituiría una dulce venganza contra su ingrato público y su estúpido patrón. Apelando a lo más bajo de su, de por sí, vil naturaleza negoció a precio ínfimo la cinta...
En las subsiguientes semanas, la campaña publicitaria se armó sigilosamente, reventando en el mercado con extraordinario éxito. Por una vez en la vida la competencia no tuvo nada mejor que ofrecer. Y el patrón mascó su tabaco con anticipada satisfacción. "¡ ALERTA ! ¡ CHISTE INFERNAL ! -decían los simples e impactantes anuncios- " ¡ ESTA PUEDE SER SU ÚLTIMA OPORTUNIDAD PARA REIR !
La bien orquestada campaña no escatimó gastos a ningún nivel Cine, Radio y Televisión gritaban continuamente el desafío al incauto público. En honor a la verdad, también le advertían sobre el riesgo que corrían pero era como acercar fuego a un reseco pastizal. El público, siempre ávido de nuevas emociones aceptó gustosamente el reto. Nadie quería permanecer al margen de esta experiencia, riesgo o no riesgo. Algunos críticos maliciosos, que nunca faltan, enfilaban desde ya sus baterías para deshacer al infortunado creativo y enterrarlo profesionalmente de una buena vez por todas.
A medida que la fecha límite se acercaba, el Creativo, extraordinario cocinero de publicidad, ordenó reproducir pequeñas partes del chiste (que ,por supuesto, nadie había oído completo) como parte de una muy pegajosa cuña, en el ánimo de aumentar al máximo el diapasón de la expectativa creada.
Y al fin llegó el gran día. El país en pleno estaba en la punta de sus asientos. No excluídos los conductores que habían revisado previsoramente sus radios con anterioridad. Contagiados por el entusiasmo (y las perspectivas de un 'rating' sin límites), patrocinantes en otros países habían adquirido los derechos de retransmisión a precios astronómicos.
Altavoces estratégicamente colocados o transportados por camiones circulantes completaban el cuadro. Un ingenioso publicista presentaba una ayuda televisiva especial para los sordos. Hasta la competencia, vencida en noble justa, se unió al millonario grupo de anhelantes expectadores.
Lo que sucedió ese día residiría para siempre en los capítulos más ignominiosos de la Historia, si hubiera Historia que relatar.... o cronistas que reseñarla.
A la hora en punto y tras un vuelo de fanfarrias, con la mayor seriedad ceremonial, la cinta fue introducida y activada en un poderoso equipo de sonido en la planta televisiva. Millones escuchaban conteniendo la respiración...
El chiste en sí sólo duró escasos quince segundos.
El Mal invadió la confiada humanidad a través de los medios...
Hubo una pausa....
El mundo estalló en carcajadas. Poderosas, escuálidas, histéricas, disnéicas, pero todas ellas irreprimibles. La gente no podía dejar de reir... Al menos mientras estaba viva. Se convulsionaba, se revolcaba en los pisos y las calles atacada por oleadas tras oleadas de convulsiones cada vez más poderosas. Sólo en la gran estación central, donde había sido instalada previsivamente una pantalla gigante, los muertos se contaban por miles. Y ni que hablar de plazas públicas y jardines. Y no se crea que el único efecto devastador fue esto. En los barrios de menores recursos, donde familias numerosas se apretaban en compactos apartamentos para mejor compartir el evento, los edificios, bajo el tremor ocasionado por centenares de carcajadas al unísono, reventaban literalmente hasta quedar virtualmente inservibles. Los animales domésticos aturdidos por la batahola huían enloquecidos en todas direcciones. Clínicas, fábricas, puestos de seguridad de todo tipo quedaron al garete. En autopistas y calles los choques y las colas resultantes fueron apoteósicas. La excesiva automatización de la época mostró, descarnada, su talón de Aquiles. Al perder la supervisión humana, todo el inmenso conglomerado de servicios de las ciudades inició su fatal descomposición. El limitado número de sobrevivientes no era ni remotamente suficiente para copar los mega-monstruos urbanos, totalmente fuera de control. Despues de un breve y frustrante intento, huyeron despavoridos hacia la provincia donde seguramente encontrarían también el drama pero en escala factible de aprehender. También las instituciones del orden público quedaron desmanteladas. Ni policía ni ejercito contaban con fuerzas suficientes para garantizar el control del Estado. De la noche a la mañana la civilización se derrumbó, sus servicios esclerotizados sus comunicaciones destripadas, sus líneas de suministro desintegradas. Y en las pequeñas ciudades, una vez restañadas lentamente las profundas heridas del cisma, comenzó luego el lento y penoso proceso de recuperación de una civilización conducido con admirable solidaridad humana.
Nadie pudo retransmitir nunca el último chiste infernal...Nadie sobrevivió para recordar como terminó.
Ni el mismo demonio se enorgullece de lo acontecido.
Monday, April 2, 2007
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