¿Merece la chatarra compasión? Tal vez si lo merecerá en un futuro, sobre todo si se trata de chatarra "inteligente". Al fin y al cabo no es de extrañar porque: ¿acaso no profesamos muchas veces, aún hoy, un afecto especial por nuestros automóviles y otros objetos de nuestra pertenencia?
Algun día confrontaremos crisis éticas y morales como las que se intenta bosquejar en la presente historia.
Yacía inmóvil en el estrecho recinto que habitaba. Insensible al frío de la noche y a la dureza del piso sobre el cual descansaba. Porque el conflicto que lo aguijoneaba cruelmente era interno. Por su mente cruzaban profundos nubarrones de melancolía, irreprimibles impulsos de añoranza, de situaciones idas, de vivencias esfumadas, desgastadas en el largo recorrer del tiempo.
Había sido una larga y azarosa vida, emocionante y peregrina. De las profundidades irrespirables de las minas de bauxita en territorio alienígena a los rápidos flamígeros de los ríos de lava en los planetas de la frontera, a la instantánea inseguridad del mundo violento y entrópico de los asteroides. ¡Cuantos peligros, cuanta prodigiosa dilatación de un efímero tiempo de vida! Nobleza y heroísmo y trabajo en equipo conformaban la quintaesencia de sus recuerdos...
Sufría intensamente, calladamente. Cada recuerdo era como una cuchillada de negro fuego que hería la médula de su sensibilidad. Y la certidumbre de la indiferencia colectiva ante su caso lo llenaba de una sorda ira hacia los que ahora lo descartaban, negándole el derecho de permanecer, como entidad, en el mundo de los vivos.
En la penumbra húmeda y lóbrega que lo envolvía el sonido periódico e inclemente de las gotas al caer, una tras otra, en lapsos de eternidad, le recordaban -inmisericordemente- que aún estaba allí, que el fin no había llegado...
Lo atormentaba un sentimiento de culpa, exacerbado por la extensa publicidad que generó su caso. Se repetía a si mismo con obsesiva insistencia que la muerte accidental de aquel obrero no había sido el fruto de un desgaste en su organismo, producido por el paso de los años, que lo incapacitaba para seguir operando dentro de una sociedad obsesionada por la eficiencia y la seguridad, donde los yerros no tenían cabida.
Habíanse agotado todas las posibilidades de supervivencia. Hasta cierto punto, en medio de la profunda depresión en que se hallaba sumido, esto lo reconfortaba. La libertad solicitada al Gobernador de la Región había sido ignorada totalmente. El fallo era categórico y, a estas alturas, los argumentos para su revisión resultaban insignificantes, para aspirar cuestionar la secuencia del orden de prioridades en los presionantes asuntos cotidianos del Estado Galáctico.
Todavía le resultaba inconcebible el hecho de que una operación rutinaria, tantas veces cumplida con absoluta precisión lo había conducido al desastre descartando para siempre su presencia del mundo de los humanos.
Pero los hechos hablaban por si solos. Un jurado severo analizó con acuciosidad su caso, escuchó con atención sus declaraciones y las de su compañera de labores por telepresencia y con suprema eficiencia dejó constituido -en tiempo record- su fallo y el castigo ejemplar que el mismo conllevaba.
Y, ahora, todo estaba por concluir. En unas pocas horas, la inclemente fortaleza de las enormes prensas mecánicas lo aplastaría lenta pero irremisiblemente. Volvería a formar parte de la materia prima del planeta y la entidad que hasta ahora se denominaba s8729827-TE, desaparecería para siempre del mundo de los entes animados.
Porque muchos humanos ignoraban aún las agonías de los no-nacidos clasificándolos, de manera simplista, como meros artefactos de metal y plástico, conformados para servir un propósito, desechables en el momento de no poder continuar rindiendo resultados.
Sin darse cuenta aún que los avances de la ciencia los llevaban progresivamente más cerca de la producción de pseudo-vidas asombrosamente convincentes, justificando, cada día un poco más, su derecho a existir en el ahora precario fiel de la claudicante ética médica de la época.
Al recordar las injusticias vividas, sus dedos metálicos arañaban la dura superficie sobre la cual yacía, en un fútil manifiesto de la frustración que lo embargaba...
¿Con qué derecho se permitía la nunca bien justificada eutanasia geriátrica señalarlo con su helado índice? ¿Quién podía osar a etiquetarlo con el título de inservible? ¿Quién, aún más, ordenar retirarlo del mundo de los hombres?.
Y así transcurrían, interminables, las horas de la noche. Y cuando ya le parecía haber tocado fondo en los abismos de la desesperación descubría que, más abajo existían, todavía, negras profundidades que le prometían nuevos e inimaginables dolores...
De pronto, sintió su inconfundible presencia. Había arribado, incorpórea, una vez más, su leal compañera, su contraparte humana, la maravillosa experta en técnicas de telepresencia,que se hallaba ubicada físicamente a centenares de kilómetros de distancia, pero a quién la magia de la electrónica le permitía acceder en espíritu a compartir los últimos momentos de la entidad con la que había conducido esa larga y azarosa empresa de retos y vicisitudes que compendiaba su vida.
- "Saludos Elsa". En el interior de sus cavidades robóticas se establecía ahora el diálogo silente entre dos seres uno natural, otro artificial; éste en presencia, aquél en ausencia, integrados mediante la asombrosa simbiosis que posibilitaba el medio electrónico.
- "Saludos Rob". La voz de Elsa, fuerte y segura, llena de cálidas vibraciones contrastaba con el tono profundo y metálico del robot, carente aún de inflexiones, pese a los prodigiosos avances de la inteligencia artificial y las ciencias del comportamiento conjugadas en autonomía de diálogo y perfeccionamiento lingüístico.
-"Todo ha sido inútil. Hemos agotado los últimos recursos pero se niegan a concederte el indulto". Pese a su auto-control la voz de Elsa vaciló por un instante, presa de frustración y de congoja.
-"Lo sé, Elsa. Tranquilízate. Haz hecho todo lo que has podido.." Si hubo alguna reacción allá en lo profundo de su circuitaje, esta no se hizo evidente.
Había poco campo para palabras. No era ya el momento para analizar circunstancias, ni siquiera sus consecuencias. Era imperativo callar y sublimar el plano del sufrimiento...
Y así permanecieron absortos en silencioso y místico abrazo electrónico intercambiando, sin recurrir al habla, los sentimientos y recuerdos que se agolpaban, tumultuosos en ambos seres.
De esta forma, el catalizador del sufrimiento integraba humano y máquina,haciéndo a Elsa compartir, simbióticamente, como si fuera propio, el impacto sobre los sentidos que le transmitían los órganos del robot. Así,veía inmersivamente por los grandes ojos óptico-mecánicos, dotados escuchaba por su fina red de dispositivos electrónicos y percibía, SENTIA, a través de la dura piel que recubría el metálico cuerpo . Estaba allá, y, sin embargo, corporalmente, esperaba aquí..
Al amanecer, exhausta en mente y alma, Elsa abandonó el cuerpo mecánico que le había servido de herramienta, de hogar, fielmente, durante tantos años. El milagro de la telepresencia le permitía acompañar y compartir íntimamente los últimos momentos de aquellos pobres restos que yacían a la espera de su destino, muy lejos de su dueña, en un remoto galpón de la galaxia.
Era todo lo que le habían permitido las autoridades, para despedirse del más fiel colaborador que podría tener un humano.
Pero, no podía seguir ahogándose en el dolor de lo ineludible... Había que pensar en el futuro. Mañana al reincorporarse al laboratorio tendría un nuevo compañero de trabajo. Un reluciente y eficaz robot lunar producido con lo mejor del pensamiento tecnologico de la epoca y con el cual había sostenido ya las primeras entrevistas..
Restaba mucho por hacer. Repasar incontables manuales de inducción; actualizarse en cuanto a los avances y características tecnológicas de los nuevos ciberorganismos; preparase para el largo período de adaptación psicológica que presuponía la aceptación de un nuevo compañero de trabajo. Y alcanzar en el tiempo, la armonía de acción que significaba la cúspide del trabajo en equipo, actualmente descoyuntado inclementemente por esta insensible decisión.
Con deliberada intención desterró las dudas que secretamente había alimentado durante todo el tiempo transcurrido desde el instante en que sucedió el accidente.. ¿Sería en realidad su mente la que falló cuando aquel obrero fue arrastrado a su irremisible muerte? ¿Quedó oculta aquella demora de una fracción de segundo en toma de decisiones, tras la confiable fachada de una apariencia casi juvenil -fruto de la avanzada cirugía plástica de la época- cuando, en realidad, el deterioro había ya comenzado a hacer presa de su propio organismo?
¿Quién era en realidad la víctima y quien el victimario?
Allá en el lejano galpón quedaban los restos inanimados de lo que en un tiempo constituyó una maravillosa entidad interactiva al servicio del hombre, que compartió con el sus mejores momentos y ambiciones. Ahora, ignorada toda gestion, rechazada toda súplica, solo le restaba desaparecer para siempre del escenario de la actividad humana, llevando consigo el secreto de su sacrificio -negado hasta a sí mismo- por una vida natural aún mas preciosa que la artificial, según sus propios y robóticos valores...
El fin estaba ya en puerta, su vida se esfumaba definitivamente.
Pero el mundo no se detendría por ello...
Monday, April 2, 2007
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment